A Vuelapluma
Ignacio Flores
No son las emociones, son las deudas
Luces y razones
Según el título de una novela de 1934, escrita por James M. Cain, en la que se basó una película con el mismo título, de 1981, siempre lo hacía dos veces, pero esto se debe a una creación literaria, a una ficción no sujeta a las evidencias de la realidad. Parece, sin embargo, que una costumbre de los carteros ingleses era la de llamar una vez para anunciar su presencia y una segunda, casi de mal agüero, si tenía que entregarse un telegrama. Misivas en papel quedan pocas y los carteros entregan más paquetes de compras que epístolas esmeradamente escritas, si se buscaba la complacencia del destinatario. Ya no se espera, por ello, a los carteros como portadores de palabras vicarias, escritas de puño y letra por quien pretendía acercase con ellas a la persona que había de leerlas. Ni se guardan colecciones de cartas anudadas con cintas y lazos primorosos, como expresas declaraciones que interesa preservar para que aviven los recuerdos o agudicen los desengaños. Pues la palabra escrita se constriñe en los reducidos caracteres de la mensajería instantánea, y un hilo de WhatsApp es a una carta bien compuesta lo que una perorata a un discurso elocuente. El cartero llama pocas veces, y no a diario, pero las notificaciones de la mensajería electrónica tienen pendientes a quienes escriben, con descuido, y solo manifiestan su complacencia con un “me gusta”.
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