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El Valle de los caídos o cuelgamuros
Ayer, 14 de julio, en las vísperas de una de las fiestas litúrgicas cristianas de mayor calado devocional, la festividad de la Santísima Virgen del Carmen, encontrándonos con la indignante situación de castigo permanente que padecen los monjes benedictinos del Valle de los Caídos, hoy de Cuelgamuros, por parte del Gobierno de España.
Desde que dicho gobierno decidió que, para conseguir sus objetivos políticos e ideológicos sobre los españoles, no era suficiente con la máquina de propaganda habitual en los medios de comunicación, sino que la presión sobre la comunidad religiosa que guarda y custodia desde 1958 el Valle de los Caídos ha crecido exponencialmente.
El gobierno, no sólo se inventó una perversa ley de supuesta “memoria democrática“ donde todo es ideología obviando la historia, sino que la tejió a medida para tener donde apoyarse y justificarse llegado el momento. Su artículo 54 expone claramente los planes del Gobierno contra uno de los centros de espiritualidad más apreciados y defendidos por los fieles españoles y que además alberga, nada menos, la Santa Cruz más grande del mundo.
En este Sagrado lugar descansan los restos mortales de 70 Beatos y 49 Siervos de Dios junto a los caídos de ambos bandos en el campo de batalla. Esta obra maestra se erigió para restablecer el perdón entre hermanos, para restaurar la concordia y la paz entre españoles, para recordar nuestra historia y que la tragedia de una guerra civil jamás volviera a suceder.
El problema es que el gobierno es incapaz de comprender la profunda espiritualidad, el amor infinito de los mártires clamando junto a Cristo “perdónalos porque no saben lo que hacen” al ser asesinados por su fe. Este gobierno sólo busca la humillación de los monjes. Es su revancha contra la historia y la Iglesia. Siguen en su bucle como antaño, pensando que los católicos, sencillamente porque rezamos y nos entregamos a la voluntad de Dios, somos el enemigo.
El maltrato al Valle de los Caídos por parte del gobierno es tal, que lo están dejando que se deteriore deliberadamente. No les importan los niños del colegio católico que alberga el recinto, ni los huéspedes que allí buscan el silencio espiritual en los continuados Retiros que se suceden durante todo el año, ni los visitantes que estupefactos contemplan el abandono del lugar, ni muchísimo menos la salud los monjes. Ante la Cruz más grande del mundo, oremos por la sangre derramada por los miles de mártires católicos inocentes asesinados por odio a nuestra fe.
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