Opinión
Reinauguración del sagrado corazón de jesús
Es curioso lo bien que se vende el mensaje frívolo y lo caro que resulta el mensaje preñado de realidad. John von Neumann, extraordinario matemático húngaro-estadounidense especialista entre otros campos en Teoría de Juegos (de la cual era un gran vicioso; quiero decir, “especialista”), nos decía que “quien crea que las matemáticas son complicadas, nada ha comprendido de la vida”. Y es que cuando escucho al cachorro presidente del partido de las nuevas camadas de políticos de un partido constitucionalista, usar una comparecencia en su asamblea para informar sobre las posibilidades para descuentos en garitos de copeo que les va a aportar llevar en la cartera el carnet de su partido… Todo queda dicho.
Mientras tanto, sesudos analistas de la otra orilla se dejan los mismos sesos estudiando los problemas reales que tenemos que enfrentar, sin mayor éxito. Y digo sin mayor éxito porque echar mano de las ciencias, en particular de la Ecología, es quedar a los pies de los caballos. Eso es lo que ha ocurrido en la sede parlamentaria andaluza en la comparecencia de Miguel Delibes de Castro, ex director durante ocho años de la Estación Biológica de Doñana: después de explicar las consecuencias que traerá para España, Andalucía y el propio parque, se ha despachado la réplica por parte de la moderada presidencia y su portavocía con un desacomplejado “eso son valoraciones políticas”.
No está mal: usar la profesión de uno para, supuestamente, denigrar al otro. Que la razón científica, cuando no está de tu parte, se quiera tildar desde la política con ese mismo adjetivo deja muy a las claras de qué va todo esto del debate en sede parlamentaria: tenernos entretenidos. Que, además, veamos que las nuevas generaciones que nos han de gobernar se mueven a base de copitas negociadas a buen precio gracias al carnet anunciado en asamblea pública de un órgano político nos revela el resto: esto va de superficialidad. Todo ello muy en la línea de la “sociedad líquida” que Zygmund Bauman nos lleva tiempo hablando… y que yo me atrevo a corregir como sociedad gaseosa: capaz no sólo de adaptarse a cualesquiera circunstancias, sino que, además, tiene la capacidad de resistir presiones sorprendentes ante fuerzas que nunca se combaten, a la vez que puede expandirse y ocupar todo el espacio que la riqueza del mundo ofrece.
Después del “¡que viva el vino!”, lograrlo a buen precio es pura coherencia.
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