Ética del poder
Es urgente actuar contra el fascismo
En una pasillo cualquiera de nuestra querida Universidad de Almería han aparecido carteles que llaman a la rebelión: «la educación, pilar de la civilización y forja de las almas, se ha convertido en el campo de batalla de una nueva tiranía, el pensamiento liberal único [...] Las aulas en España fueron templos de saber y de amor a la patria y hoy son laboratorios de un adoctrinamiento». Lo firma un sindicato que utiliza por símbolo el yugo y las flechas (icono del fascismo español).
¿Hay motivos para la alarma? Si cruzamos este dato con las victorias electorales de Trump y Milei, el incremento de los partidos de extrema derecha en Francia y Alemania o el aumento de la intención de voto para el partido fascista español (30 % entre los jóvenes), quizá no sea algo anecdótico. Crucemos más datos. Un estudio de Ipsos muestra que en España el 60 % de los hombres y el 43 % de las mujeres piensan que la lucha por la igualdad perjudica a los varones. Un estudio de la Universidad de Leipzig advierte de que el 50 % de alemanes del este desearía vivir en un estado autoritario. Otro estudio en Reino Unido afirma que más de la mitad de los jóvenes de la generación Z (entre 13 y 27 años) son partidarios de una dictadura. El barómetro global de Open Society, realizado en 30 países, asusta aún más. El 42 % de menores de 36 años cree que las dictaduras militares son mejores formas de gobierno que las democracias. Aquí se incluyen países como Egipto, Arabia Saudí, Nigeria… y también hay un 29 % de jóvenes en Estados Unidos y Francia, o un 22 % en Reino Unido.
Seré claro. No hay tibiezas. No valen medias tintas. Ha llegado el momento de dejar a un lado las diferencias entre los demócratas, no digo ya en la izquierda o en la derecha. En el libro Las tres Españas del 36, Paul Preston nos habla de una tercera España formada igualmente por personas de derechas e izquierdas que ante todo eran demócratas e intentaron impedir por todos los medios que llegara el fascismo.
Salvo la violencia (que ojalá nunca sea necesaria), todo vale contra el fascismo. Hay que educar, convencer, dialogar, establecer líneas rojas, aislarles políticamente, legislar contra la más mínima manifestación fascista, escuchar y atender las necesidades de las clases populares… La única cura posible para la democracia es más democracia, mucha más, extendiéndola y blindándola frente a cualquier cuestionamiento.
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