Libertad Quijotesca
Irene Gálvez
La estela de Horemheb
“¡he tenido una gran idea! Ahora que tenemos una casa lo suficientemente grande, separemos la zona para cocinar del resto de la casa. Así podremos ganar algo de independencia y los humos y olores de los alimentos no se mezclarán con las demás estancias del hogar.” Parece una idea genial, de hecho, fue una de las panaceas del diseño residencial a principios del siglo XIX, junto con otras preocupaciones relacionadas con la salubridad y la mejora en la calidad de vida de la población en las grandes ciudades. Poco a poco, esta idea de desvincular el fuego del centro de los hogares fue ganando notoriedad, especialmente con la invención e implementación de multitud de herramientas, cachivaches y electrodomésticos propios de la cocina, que han ido reivindicando su lugar en casa y llenando encimeras, cajones y muebles altos, extendiéndose como una auténtica enredadera por cualquier espacio de almacenaje que quedara libre.
Pero, curiosamente, hoy en día hemos llegado al punto contrario: “¡He tenido una gran idea! Ya que tenemos una casa muy pequeña, unamos la cocina con el salón. De esta forma, podremos disfrutar de un espacio más diáfano que se adapte a nuestra forma de vida y, así, esta caja de cerillas a la que llamamos hogar, podrá gozar de algo más de luz natural.” Lo que antes era un lujo, ahora se ha convertido en un estorbo. Lo que antes era sinónimo de modernidad, ahora es sinónimo de vivir en la casa de tus abuelos.
Da la impresión de que solo existen dos magníficas ideas super innovadoras a la hora de afrontar la reforma de cualquier vivienda: tirar el tabique que separa la cocina del salón y cambiar la bañera por un plato de ducha. A decir verdad, prácticamente todo nuestro parque inmobiliario de obra nueva ya recoge estas demandas del mercado y aprovecha la coyuntura para seguir produciendo viviendas cada vez más pequeñas, pero… ¡ojo! donde podrás cocinar lentejas mientras tu hijo juega a la consola tirado en el sofá.
Es cierto que nuestras viviendas deben resolver eficientemente nuestras necesidades, pero la gran mayoría de ellas se crean y se destruyen tan rápido como sale al mercado una nueva invención como la Airfryer o la televisión con inteligencia artificial. Me pregunto si dentro de 70 años todas las reformas que se lleven a cabo en nuestras actuales construcciones volverán a levantar ese tabique que parece subir y bajar en función de las supuestas necesidades propias de la vida moderna.
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