El último cartucho

Ese último intento nos sitúa al borde de nuestros propios límites revelando el auténtico Yo

18 de junio 2024 - 00:00

Hace unos días, caminando por el monte, me encontré uno de esos cartuchos que tanto abundan. Mi primer pensamiento fue desear que el cazador hubiese errado aquel tiro. Luego, mi deformación profesional apareció en escena y el psiquiatra columnista en que me he acabado convirtiendo comenzó a divagar sobre la famosa frase “quemar el último cartucho”.

El origen, qué duda cabe es bélico. Y tiene que ver con la intención de algunos seres vivos de luchar hasta el final, agotando la última posibilidad.

Actualmente quemar el último cartucho se ha convertido en una metáfora profunda que representa ese momento donde nos lo jugamos todo a una carta; nuestro destino pendiendo de un solo acierto.

Si nos fijamos en las características psicológicas que emergen en un momento así pronto identificaremos al estrés y la ansiedad como compañeros inseparables. Nos enfrentamos a la posibilidad de la derrota y cada instante de incertidumbre tensa nuestra capacidad de resistencia. Pero este estado, aunque agotador, pone a prueba una fuerza innata: el deseo ancestral de sobrevivir. La urgencia de la situación nos conecta con el flujo del tiempo de una forma auténtica. Cada segundo cuenta porque a la vuelta del siguiente minuto aguarda el desenlace final. La desesperación puede ensombrecer nuestra determinación pero al final también nos anima a encontrar la siguiente chispa de esperanza. Y es en momentos así cuando nuestra creatividad puede surgir de modo torrencial. En el límite de nuestras fuerzas es donde columbraremos nuestra auténtica motivación.

Posicionarnos en un momento donde estamos condenados a un último intento nos coloca al borde de nuestros propios límites. Esa lección de autoconocimiento no te la dará ninguna otra situación. El último cartucho es un canto a la humanidad. Un verdadero poema donde glorificar nuestra falibilidad, ensalzar nuestra humildad y aceptar nuestra vulnerabilidad.

Y al final siempre llega la calma. Y en esa quietud, que tiene algo de post apocalíptica, también podremos reflexionar sobre la experiencia vivida, tratar de comprender nuestras reacciones y planificar un nuevo proyecto.

De este modo, cuando te encuentres quemando tu último cartucho, recuerda que estás participando de una profunda danza psicológica. Esos momentos no sólo te amenazarán sino que terminarán revelando la profundidad de tu Yo. Por cada reto, un peldaño. Por cada desafío, un salto.

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