Francisco Bautista Toledo

La última hormiga

Reflejos

24 de julio 2024 - 03:07

Ydijo el sapo Paduk: “Las hormiguitas acumulan demasiado, mientras nuestras queridas cigarras pasan hambre, deben repartir las ganancias de su trabajo”.

Y así fue, se empezó a recoger por los pájaros los granos almacenados por las hormigas, convocando a las cigarras para darle la buena nueva. Hubo vivas, algarabía, y mucho canto, se comió y bebió a raudales. Las cigarras vivían en las moradas construidas por las hormigas, devoraban su comida, y mientras éstas trabajaban aquellas dormían o celebraban interminables conciertos. Pasaban los días, y los pájaros, que vivían en las alturas, en sus nidos confortables, seguían siendo elegidos para dirigir la comunidad del bosque. Todo era felicidad, cada día había más cigarras, las hormigas trabajaban más, aportando una mayor cuota de riqueza a la comunidad. Como consecuencia había menos hormigas, pues toda larva quería evolucionar hacia insecto cantarín, por lo que terminaron siendo esclavizadas, convertidas en obreras, que como mucho ganaban para comer frugalmente. Esto inquietó al gran Paduk, ordenando a sus aves que regularan la población. Hubo una gran asamblea plumífera, largos debates, disertaciones de entonaciones de gran nivel lírico, por la oratoria cantada, y en algún momento las lágrimas de la emoción hicieron su presencia, ante los desgarradores relatos sobre el sufrimiento de las cigarras, cuando careciendo de sustento llegaba el cruel invierno y perecían. Todos estaban orgullosos de la solución dada, para corregir la desigualdad de la Comunidad del Bosque. Había que mantener ese estado de felicidad social. Sin embargo, la proliferación de los insectos cantarines peligraba su continuidad, aparte de que las hormigas cada vez eran menos y estaban a punto de exilarse. La solución fue aceptada inicialmente como dolorosa, pero condicionaba un futuro donde se garantizaba la felicidad.

Cada día los pájaros estaban más lustrosos, y crecían en tamaño, se mantuvo la población de cigarras, y éstas agradecidas les seguían votando, mientras unas pocas hormigas trabajaban sin cesar, forzadas a ello.

Paduk era felicitado por la Gran Asamblea, era un genio, mientras departían un gran festín, donde la cigarra confitada era la gran estrella.

Un día la última hormiga escapó del lugar, las cigarras eran ajenas a este hecho, estridulaban y disfrutaban, hasta que se acabaron los alimentos. Empezaron a decrecer, el hambre y frío acabó con ellas. Los pájaros ante la escasez de cigarras volaron a otra tierra de negocios provechosos, y el gran Paduk desapareció en su charca. Vino el silencio, la soledad y el vacío.

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