La mirada zurda
¿Qué es la suerte?
Esos hooligans de una y otra trinchera que se cuelan en las tertulias televisivas (pronto tendrán que propinarse unos cuantos sopapos entre ellos para levantar el share, que la competencia es muy dura), celebran y lamentan la victoria de Trump, y estos últimos, los denominados progresistas, insisten en contagiarnos su pánico. Pero no entiendo el miedo a este hombre cuando tantos de nuestros dirigentes, que los tenemos aquí al lado, se empeñan en imitarlo. Hay muchos aspirantes a trumpitos y trumpitas entre nuestros políticos, aunque cada uno busca un parecido parcial, porque ser como él al cien por cien es imposible: este hombre es un auténtico fenómeno de la naturaleza. Así, por ejemplo, unos copian el buen rollito con los jueces, o con los periodistas desafectos, si bien el flamante presidente de los USA se enfrenta a éstos en las ruedas de prensa y hasta los insulta, y nuestro Pedro simplemente los ignora o, si les permite alguna pregunta (que no sea valorativa), les contesta por peteneras. A nuestro presidente también le gusta construir muros (o conmigo o con la fachosfera), y nosotros lo tenemos peor porque Trump sólo puede estar un máximo de ocho años en la Casa Blanca, aunque no sean consecutivos, y Sánchez no tiene límite de mandatos y es posible que hasta quiera construirse un panteón en los jardines de la Moncloa. Otros, como los de Vox, ponen el acento en el odio a los inmigrantes, aunque de momento no hayan dicho que se comen a nuestras mascotas. Los supremacistas vascos y catalanes sienten ese odio elevado al cubo, pero como se hacen pasar por progresistas... En cuanto a lo de agarrar a las mujeres por ahí, si eres famoso, como dijo Trump en un vídeo, algún político nuestro parece que lo ha intentado, a ver en qué acaba esa lista de acosadores que dice tener la Fallarás. Precisamente, Ayuso, que en mi opinión quiere convertirse en nuestra trumpita de referencia, a una pregunta de Más Madrid sobre el cambio climático ha contestado que si le hablaban “del clima o del clímax, porque en su partido saben mucho de calentamiento”. ¡Ay, qué graciosa! ¿El chiste se le habrá ocurrido a ella solita? Supongo que no porque lo ha tenido que leer, esta señora es incapaz de pronunciar seis o siete palabras seguidas sin consultar las chuletas que le pasan.
En fin, ¿que cómo los estadounidenses han sido capaces de votar a este tipo? Y nosotros, ¿a quién votamos?
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