En tránsito
Eduardo Jordá
Resurrección
Entre las alegrías diarias que nos suele proporcionar nuestro Congreso de los Diputados, acabamos de enterarnos de que ha aprobado este jueves una iniciativa del PP para instar al Gobierno español a que solicite una orden de arresto de Nicolás Maduro. Se ha aprobado con los votos a favor de PP y Vox, y las abstenciones de Junts y PNV. No es nada original, porque hace tres años que un juzgado federal de Nueva York acusó al susodicho Nicolás de “narcoterrorismo, corrupción y tráfico de drogas” y pidió su arresto. Milei se sumó a las peticiones el año pasado: la Cámara Federal de la Ciudad de Buenos Aires pidió en 2023 el arresto del dirigente venezolano, por una denuncia presentada por el Foro Argentino para la Defensa de la Democracia, basada en el principio de jurisdicción universal. El resultado de estas condenas se puede comprobar fácilmente solo con ver si Maduro está entre rejas o vacilando en chándal en las televisiones de su propiedad (o sea, todas las venezolanas), y con sus cuentas corrientes intocadas. Pero esa impunidad se le ha acabado. Lo que no han podido los EEUU ni Argentina, lo conseguirá el hábil estratega con reconocida influencia internacional, Alberto Núñez Feijóo. De momento se lo ha pedido (o exigido) al Gobierno actual, pero en cuanto pille el asiento de La Moncloa le va a durar a Maduro la impunidad horas veinticuatro, como dijo Lope de Vega.
Otro que tal baila es Netanyahu, que también está en busca y captura ordenada por el Tribunal de la Haya. Con el mismo resultado práctico que la de Maduro. Y eso que el sempiterno dirigente israelita tiene sobre sus espaldas (no parece que se pueda decir sobre su conciencia) miles de muertos inocentes e innumerables ataques a países de su entorno, campos de refugiados, hospitales, cocineros de José Andrés, periodistas y un largo etcétera que amenaza con ocupar todo el espacio que nos concede nuestro señorito. Dato “irrelevante” es que cuenta con el apoyo y el aplauso de Estados Unidos, y la crítica suavísima de la Unión Europea.
Volviendo al inicio de este artículo, en nuestro parlamento, en vez de dedicar los debates (broncas, más bien) a mejorar la vida de la ciudadanía española, los diputados se pasan la vida endemoniándonos con sus peleas, insultos, descalificaciones. Hasta que la mayoría de la población apague el televisor cuando empiezan los telediarios. Cosa que ya hacemos más de uno, por consejo de nuestro siquiatra de toda la vida.
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