Opinión
Súplicas a los indepes
No sé cuántas personas conocerán perfectamente el significado del título de la columna de hoy. Intuyo que no demasiadas. Si les digo que en realidad esa terminología se refiere a un simple dolor de pies por sobrecarga, creo que ahora se entiende mejor.
Hay pocas cosas en la vida que afecten a toda la población, sin ninguna clase de excepción, y una de ellas es la escuela. En este sitio tiene que estar toda la población española al menos entre los 6 y los 16 años de edad. Lugares donde uno vaya a estar, segurísimo, se me ocurren muy pocos: el hospital, el cementerio, las tiendas de comida…
Hace unos días, mi amigo David de la Rosa publicaba el siguiente mensaje en X (antes «twitter»): «los CFGB con adaptaciones curriculares significativas deben ser una alternativa preferente a los CFGB con programa específico para el alumnado con NEE a valorar por equipos docentes y familias». Tengo que confesar que releí el mensaje unas cinco veces en diferentes momentos del día, y no conseguí entenderlo. Me pregunto entonces que si un docente de Secundaria con más de 20 años de experiencia, unos cuantos años siendo equipo directivo y con mucho trabajado en pedagogía no lo entiende… ¿alguien lo entenderá? Seguramente sí, pero ¿lo entenderán los auténticos destinatarios del mensaje, que son el alumnado y las familias?
En nuestro oficio se suceden las siglas (CFGB, NEE, NEAE y muchas más); los conceptos enrevesados (adaptaciones curriculares significativas, no significativas); otros de supuesto nuevo cuño legislativo como «perfil de salida», «saberes básicos», «descriptores», «situaciones de aprendizaje»; otros muy conocidos como los criterios e instrumentos de evaluación, diferenciados de los de calificación; estándares (como si de una fábrica se tratara)…
El resultado de todo este maremágnum es que no lo entiende nadie y nos hace gastar mucho tiempo, recursos y esfuerzo en entender y aplicar todo esto, dando pie a interpretaciones de lo más retorcidas. ¿No es todo mucho más sencillo? ¿no actúa toda esta verborrea como escudo y estrategia de distanciamiento de las familias y la sociedad, especialmente de las personas más vulnerables? ¿acaso no sirve para que al final unos, otros y los de más allá hagamos y deshagamos a nuestro antojo? Algunos llevamos años defendiendo que sería muy positivo reducir la normativa (y la palabrería) al 5 % de la que existe actualmente. Ahí lo dejo.
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