A Vuelapluma
Ignacio Flores
No son las emociones, son las deudas
Tabernas es cine del oeste. Tabernas es western. Un escenario único. Paisajes en los que perderse por el desierto y trasladarte a cualquiera de los platós naturales donde un día se rodaron decenas de películas del género y en los que, todavía hoy, se dibujan atmósferas irrepetibles en sus poblados. Lugares en los que los amantes del género se pierden y trasladan a un mundo que pasó, pero que permanece vivo en las retinas de quienes aman una categoría única e irrepetible, con actores que marcaron una época. Clásicos del celuloide que dejaron una huella indeleble en la provincia y que todavía permanecen como imagen imborrable y seña de indentidad de luna tierra que es séptimo arte. En este marco se ha desarrollado durante cuatro días el Almería Western Film Festival. Un certamen único en Europa y de los más importantes que tienen lugar en el mundo, en el que el pueblo se ha volcado y caracterizado para la ocasión. Pasear por sus calles o acercarse al Teatro Municipal, sede de la inauguración y la clausura, era respirar cine. La alfombra roja recordaba los días de los grandes eventos de cualquier ciudad internacional, en la que el paso de los actores y los famosos era coreado con una mezcla perfecta de pasión, devoción y admiración y en los que la búsqueda de un autógrafo era el trabajo de la jornada y lograrlo el bien más preciado.
El poncho de Clint Eastwood o el sombrero de Lee Van Cleff son el argumento perfecto de la mejor caracterización, siempre acompañados de una buena cartuchera con funda para Colt 45. Tampoco faltaban faldas, chalecos y enaguas lucidos en su día por Claudia Cardinale o Sofía Loren, ni los vestidos de ‘can can’ que las bailarinas llevaban en los salones de la época, en los que el güisqui se tomaba solo y la zarzaparrilla era una bebida para tipos poco atrevidos, por no decir cobardes. Y aunque no lo crean, los indios también ocupaban su espacio con mujeres ataviadas de época, con espléndidos penachos y chalecos con diseño de plumas. Todo para no desentonar en un ambiente festivo, en jornadas interminables, en las que el cine del oeste y su historia eran la excusa para caminar por la fina y delicada senda del séptimo arte y lo que supuso en su día, y que aún hoy perviven en las cintas de Sergio Leone, la música de Ennio Morricone y los extras inmortales como El Habichuela. Un cóctel con sabor a desierto, en el que Fabio Testi o Viggo Mortensen han puesto el broche de oro a un Festival que se consolida y crecerá hasta convertirse en leyenda, si aquellos que deben estar cuando más se les necesita, caso de la Diputación, la Junta de Andalucía y el propio Ministerio realmente apuestan por la difusión que merece un evento único como este. Y hasta ahora ninguna de las tres arriesga de verdad y con ayudas, que es lo importante, al margen de las fotos de postureo, por un Festival en el que el Ayuntamiento pone el corazón y el alma. El alma de todos los protagonistas de un rodaje que se siente y se percibe en cada esquina de Tabernas.
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