La taberna de los españoles

Reflejos

02 de octubre 2024 - 03:08

Existen La propaganda anglosajona, y en general aquella que sustenta aún la Leyenda Negra, no ceja de recordar el desastre de la Armada Invencible, resaltando el triunfo de la marina británica contra la flota de Felipe II. Pero la realidad fue otra. El tan rememorado “desastre” no fue debido a la acción de la armada inglesa, aunque hay que reconocer que constituyó un elemento más para agravar la situación, sino al mal tiempo que dificultó la travesía, dispersando las naves y destrozando en los acantilados a gran número de ellas. Para salir del atolladero, en el que se encontraba la “Invencible”, se dispuso circunnavegar las islas Británicas, volviendo de nuevo a España. Aquel periplo fue digno de asombro, aparte que volvieron a las costas peninsulares la mayoría de los navíos enviados a la invasión del reino inglés.

Aprovechando la ocasión, la reina inglesa Isabel I envió una expedición contra la Península, la cual fue destruida en las costas gallegas, constituyendo un desastre mayor que el infligido a la armada española.

La monarquía hispánica se repuso con prontitud del fracaso de la Invencible, construyendo una flota aún mayor.

En la guerra de Francia, entre católicos y protestantes, Felipe II apoyaba a la Liga Católica, luchando sus tropas en suelo francés. En esa contienda los españoles habían conquistado el puerto bretón de Blavet, posición estratégica que le confería una gran ventaja en la lucha naval contra Inglaterra.

El general Juan del Águila dispuso el envío a las costas británicas de una expedición militar, con el propósito de explorar futuras acciones de invasión. Al frente de esta tropa puso al capitán don Carlos de Amésquita, formada por tres compañías de los Tercios españoles, unos cuatrocientos hombres.

El veintiséis de julio de 1595 partieron cuatro naves hacia Cornualles, asolando cinco ciudades, una fortaleza y tres puertos, desembarcando y enfrentándose a una fuerza defensiva mucho mayor, que tras las primeras escaramuzas salió en desbandada. Después de unos cinco días, Carlos de Amésquita ordenó volver al puerto francés, dejando todo arrasado ante su paso y la vida de los prisioneros perdonada. En la ruta de regreso se encontraron con una flota holandesa, de cuarenta navíos y seis barcos de escolta. Las cuatro galeras españolas atravesaron dicha flota, hundieron cuatro naves y llegaron a Bretaña.

De las villas arrasadas sólo se salvó una iglesia y la Taberna de Mousehole. Unos dicen por ser ésta defendida por su dueño, quien cayó en la refriega, otros, que las tropas la salvaron para dar buena cuenta de su bodega.

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