Antonio Lao
El silencio de los pueblos
El verano, debido a los largos días de sol y noches de luna, es una época propicia para alimentar los encuentros familiares y sobremesas distendidas. Las conversaciones, en la mayoría de las veces son intrascendentes, nos limitamos a completar los huecos de calurosas tardes estivales aliviadas con la frescura de la sombra. Sin embargo, no siempre son intrascendentes, ni distendidas. Hace varios días, en una de esas sobremesas en la que participé desde el angular silencioso, surgieron cuestiones que demuestran cómo el avance de las llamadas ideas progresistas populistas totalitarias va contaminando las cabezas a personas, que en su impronta tradicional, llevaban por bandera pensamientos humanísticos cristianos.
Confiamos que con las elecciones democráticas, según la cual los votantes bienintencionados creemos que todo puede cambiar en una noche. Craso error, especialmente desde la llegada de la Inteligencia Artificial que ha vendido su alma al Diablo y que mueve los hilos de las mentes con soflamas mentirosas, piadosas y compulsivas. «Encienda esta vela roja para ganar en el amor»; «coma las 12 uvas a media noche para que le vaya bien en el año»; «ponga una moneda en la fuente para tener suerte» o, por último: «ponga un papel en una ánfora para cambiar el país».
Nunca se había dado desde el poder político tanta manipulación hacia el pueblo y su voluntad, y si no se consigue la primera vez, se intentará cuantas veces sea necesario. Mientras tanto, a pie de calle, si no sucede nada importante para que llegue el cambio, seguiremos con las grotescas preguntas: «Debemos votar por este candidato porque… (Inserte aquí alguna de las siguientes razones: Es provida, la economía está mal, no es zurdo o no es facho, es el mal menor o el bien posible, no tenemos otra opción, tendremos trabajo o salud, etcétera)».
Toda sociedad desea el bienestar para todos, lo cual es bueno. Lo malo es creer que esas cosas se darán por el mero hecho de votar sin esfuerzo ni mérito alguno. Así entonces la democracia se ha vuelto la única razón de ser de un país. Vivimos para votar, porque si no votamos a tal o cual por esta o aquella razón no somos nada y no tendremos nada. O, por lo menos, evitaremos aquella o tal situación. La superstición democrática ¿De verdad hay gente que espera a levantarse o ser virtuosa cuando ve que suceden fraudes o no salió como esperaban? Venezuela, Nicaragua, Bolivia, etcétera. Solo Dios podrá hacer mejores personas y sociedades.
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