Vía Augusta
Alberto Grimaldi
El bien común
El "jet lag" no es otra cosa que el anglicismo que se utiliza para dar nombre a los efectos que produce en el organismo humano el cambio horario tras un largo viaje en avión. Esta expresión inglesa está aceptada por la Real Academia Española (RAE) y forma parte de nuestro diccionario. Se emplea para aludir al malestar que sufrimos las personas después de atravesar varios husos horarios.
Este desfase entre nuestro cuerpo y la novedosa situación horaria no es grave, pero nos suele originar una serie de síntomas molestos que van desde el sueño insuperable al cansancio. Mientras más frecuentes y lejanos sean los destinos sentiremos más los inconvenientes consabidos, entre ellos la irritabilidad, la deshidratación, el insomnio, alteraciones de la memoria, trastornos gastrointestinales o pérdida anormal del apetito. En pocas palabras, el "jet lag" es el compañero de viaje que no deseamos tener.
El tiempo medio de recuperación de este trance suele ser de un día por cada zona horaria que atravesemos en caso de viajar el continente americano, es decir de Este a Oeste. En el otro sentido, es decir hacia el continente asiático, el lapso es de un día por cada zona y media cruzada.
Ya que termina agosto y has viajado o tienes previsto cruzar el charco o cambiar hacia tu destino de huso horario, aquí tienes ayuda tecnológica para "intentar" paliar los efectos de este síndrome. Repasamos las principales. Hay apps y gadgets con las que se puede combatir el 'jet lag' de la mejor manera: "Timeshifter", "Lumos", "Entrain" y "Uplift".
Aunque los que más saben de esto señalan que no hay remedios milagrosos, hay algunas medidas que se pueden tomar antes, durante y después de un vuelo intercontinental.
Pero muchos viajeros (viajes de novios, por decir algo) aseguran que la recuperación es significativamente más lenta cuando vuelan hacia el Este. Es decir, viajar de Nueva York a Madrid, de vuelta del viaje de bodas, le resulta al organismo más pesado y desagradable que hacerlo al revés. Es habitual que las personas que tienen esta experiencia no sean tomadas en serio y se les diga que esa sensación «solo está en su cabeza». Sin embargo, una nueva investigación sugiere que es real, y que puede ser causada por la oscilación de un determinado tipo de células del cerebro.
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