![Tacho Rufino](https://static.grupojoly.com/joly/public/file/2024/0527/09/tacho-rufino.png)
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Serendipia y mollas
Aprincipios de los noventa, cursando mis estudios de Arquitectura en Pamplona, cayó en mis manos un librito, breve y conciso, que me marcó profundamente. “El lenguaje clásico de la arquitectura” de John Summerson, traducido al castellano y publicado por Gustavo Gili, me ayudó muy lúcida y clarividentemente a entender la esencia del clasicismo arquitectónico, de una forma sencilla y al mismo tiempo profunda y emocionante. Summerson, nacido en 1904 y fallecido en 1992, fue uno de los historiadores ingleses más prestigiosos del siglo XX. Este pequeño libro, que debería ser lectura obligada en todas las facultades de Historia del Arte, Bellas Artes y Arquitectura, es una compilación de seis programas radiofónicos emitidos por la BBC en 1963, en los que Summerson explicó el discurso clásico de la arquitectura al gran público de una forma amena, muy simplificada y atinada. El autor va al grano de la cuestión. El clasicismo es un lenguaje visual que tiene unos elementos fijos; un vocabulario específico y unas reglas gramaticales que han de conocerse y dominarse para poder expresarse satisfactoriamente cuando se diseña un edificio en este estilo. Summerson enumera con nitidez todos esos elementos y reglas para trabajar atinadamente con ellos. Después hace un recorrido histórico por los cuatro grandes momentos en los que el lenguaje clásico conformó la creación arquitectónica en la Cultura occidental: el inicio en el Mundo Antiguo grecorromano, el Renacimiento y su expansión con el Manierismo, el Barroco y el Neoclasicismo, sin olvidarse –para acabar- de la persistencia de lo clásico en los lenguajes de la arquitectura contemporánea. El dominio del lenguaje clásico, respetando sus normas más básicas de uso gramatical, contempla, no obstante, tal cual sucede con la literatura, un vasto campo de creación estética o artística, emanado por la flexibilidad y tolerancia de las propias reglas, que permiten ser moldeadas y deformadas –siempre en un contexto de respeto a la armonía y euritmia básicas entre las partes-, alumbrándose así los distintos estilos o lenguajes personales de grandes artífices que han ido jalonando la evolución y cambios en el devenir del gran discurso del clasicismo. En este sentido, Summerson sabe detenerse en aquellos momentos, lugares, edificios y autores cuya aportación ha sido determinante y valiosísima. Todo el que lea este libro amará la arquitectura clásica por encima de otras y tendrá una valiosa arma para conocer una de las claves de nuestra cultura estética.
También te puede interesar
Lo último