Sócrates y la realidad

Ay, mísero Calicles. Ay, desventurado Trasímaco. Pobres. Fuisteis con Gorgias a pasear por las calles de Atenas y quisieron los Hados que os encontrarais con Sócrates y entablarais con él conversación, quizá como otras veces. Ese día fue el principio de vuestra derrota por la que pasasteis a la historia como tres más de las víctimas de la habilidad dialéctica, más bien inquisitiva, de aquel ilustre ateniense. Creíais ir pertrechados de razones suficientes para defender vuestra convicción y él le dio un revolcón a vuestras ideas. Ignoro si a vuestras convicciones. Estabais muy seguros de que la naturaleza manifiesta que quien debe mandar es el más fuerte, y que era justo no solo que mandara, sino que poseyera más. Y así lo enunciasteis en su cara. Y una historia tradicional de la filosofía os hizo pasar por sofistas, por charlatanes que solo tienen verborrea sin reflejo en la realidad. No es día de analizar desde una perspectiva lógica cuáles fueran muchas de las argumentaciones que, en boca de Sócrates, parecían mostrar vuestras falsedades. Tampoco está la mala calidad de sus argumentos lejos de la que os atribuyen a vosotros. Solo quisiera confrontar vuestras tesis, las tesis de Sócrates, y la realidad. No quiero irme muy lejos, más bien centrarme en la situación presente. Una pregunta: a la vista de las dos guerras más cercanas que hay a nuestro alrededor ¿quién tiene razón, el que defiende que lo que impera es la ley del más fuerte, o el que lo niega? Hay por ahí alguien que se califica a sí mismo como el “pacificador” que quiere acabar con una guerra, la de Ucrania. Una guerra que no empezaron los ucranios, sino los rusos. Si imperara la fuerza de la razón, si fuera la idea de “lo justo” el criterio para dirimir el conflicto, ¿cómo debería acabar? Creo que haciendo que el invasor se replegara e incluso que tuviera que pagar los daños que han ocasionado a los invadidos. Sin embargo, eso sería en los mundos platónicos. La propuesta que se baraja es que le invasor se quede con gran parte de lo invadido, y el pacificador se quede con los recursos que le interesan. ¿Qué tienen que decir a esto los ucranios? Nada. No son nadie. Ellos son débiles y las decisiones las toman los que son fuertes. Las cosas suceden tal como decían aquellos dialécticamente derrotados: el más fuerte decide. Quizá no llevaran razón al decir que la naturaleza dice que las cosas “deben” ser así. Pero deban o no ser así, son así. Diga lo que diga Sócrates.

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