Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Representación taurina
Para empezar, este síndrome tiene un sabor apetecible. No obstante genera discrepancia. Fue acuñado por el psiquiatra español José Antonio García Higuera en su libro “Don Quijote en la consulta psiquiátrica”, publicado en 2005. La figura de Don Quijote es en el libro una metáfora que describe patrones de pensamiento y comportamiento en aquellas personas que tienden a idealizar la realidad y a buscar ideas inalcanzables. Desde entonces se usa en el ámbito de la psicología y la psiquiatría para referirse a este comportamiento idealista.
Y eso ha dado pie a analizar clínicamente el comportamiento del personaje tachándolo de paranoico o incluso psicótico. Incluso los más atrevidos han encontrado similitudes con el síndrome de Stendhal basado en una reacción prominente ante el goce estético, justo lo que le pasó al Quijote tras la lectura de los libros de caballería aunque con la salvedad de que el síndrome de Stendhal mas que anhelos utópicos genera ansiedad y estados de pánico. Una vez dicho esto, permítanme queridos lectores, discrepar. De todos es conocido las aproximaciones de la psicología a la cultura clásica y los errores en términos históricos. Por ejemplo: Diógenes nunca tuvo el síndrome de Diógenes porque nunca acumuló basura. Y Edipo nunca tuvo su complejo ya que, aunque tuvo relaciones con su madre, ni él sabía que era su madre ni ella que era su hijo por lo que la idea de que existió un complejo no tiene sentido. Y esta es otra de las veces en la que no puede admitirse la idea de que El Quijote suponga sinónimo de enfermedad. El Quijote es un antihéroe irónico que planea su vida en el plano filosófico y defiende la libertad en el nivel del realismo existencial. Esto es que necesita ficción para hacer de lo real lo auténtico y por eso se enfrenta a la locura y a la cordura. Por esto mismo, porque en realidad EL Quijote es un mito filosófico, no puede ser una patología. Admitir esa premisa sería lo mismo que crear el síndrome patológico de Aranguren o el de Ortega y Gasset, que escribió precisamente sobre EL Quijote en su célebre obra “Meditaciones”. Es por esto por lo que me rebelo. Y siguiendo a Foucault y a su concepto de normalidad, debo decir que no todos los locos están enfermos. No pueden estarlo. Ni deben. ¿Qué hubiera sido de la historia de la humanidad sin ellos? ¿Cómo vamos ahora a desmitificar a El Quijote?
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