Francisco Bautista Toledo

Sesenta poemas

Reflejos

14 de agosto 2024 - 03:08

Navega el poeta sobre la palabra, discurriendo con ella por cauces de variados accidentes, las cuales unas veces atraviesan corrientes bravas, mientras en otras entra en canalizaciones medidas, simétricas, de ritmo acompasado, o pasando a trayectorias tranquilas, felices, lugares de esparcimiento y ensoñación, cuando no por umbrías de cauteloso transcurrir, añorando riveras pasadas. Y siempre avanzando hacia el mar, extensión infinita, símbolo de la eternidad final.

El poeta se interna en este viaje imaginario equipado con la palabra, instrumento mágico con el cual construye escenarios extraordinarios, recuerdos, emociones, tristezas, esperanzas, pues es a través de ella con la que crea combinaciones que se transforman en emociones evocadas, encuentros pensados, reflexiones sobre la transcendencia que nos rodea. Lo asume con desenfado cuando no con resignación, mostrando la pulcritud del soneto, la libertad de la rima, el desbordamiento si es prosa, alegría, versos chispeantes, brillo en la estrofa, manejo lúdico del verso, aromatizado en algún momento con el caldo de su tierra, pues el paso por el sagrario del Tabanco es necesario gesto, en alguna ocasión, para soportar el hedor de la realidad.

Mauricio Gil Cano es un dinamizador cultural, crítico literario, profesor y poeta de Jerez, autor del libro que aquí comento. En su “Sesenta poemas” recorre diferentes hitos de su existencia.

Pasión amorosa, desengaño, ausencias, amigos del alma que se fueron, instantes anodinos que reclaman su atención, la vida en definitiva, son recogidos en cada uno de estos poemas. Son como trazos pintados con las palabras, donde el sonido reemplaza al color, su descripción el rastro del lápiz, conformando imágenes escuetas en alguno de ellos, o se centra en un cromatismo sonoro, abigarrado, de un soneto bien estructurado. Y siempre trasluce en esta obra desparpajo en la expresión utilizada, de vocablos sencillos, limpios, precisos, cuando en su conjunción conforma la imagen sensitiva que el autor pretende, logrado por el ingenio rítmico introducido en el texto.

No es este poemario una pieza de sesuda lectura, ni triste, sino una experiencia impresa, serena reflexión volcada en el verso, sin desgarro, no abandonando nunca la trascendencia del momento, indicando la importancia de saborearlo a fondo, el valor de los recuerdos, la búsqueda de la verdadera faz de lo real.

Mauricio Gil Cano nos propone un trabajo lírico de honda solidez, producto de un manejo hábil de la palabra, escrito sin artificios, desde la verdad de la intimidad del poeta.

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