Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
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Los colores de los semáforos son universales. Rojo, amarillo y verde. Prohibido pasar, recomendación de detenerse, paso permitido. Actividad ilegal, actividad alegal, actividad legal. Sí, los semáforos son una metáfora de la vida, evalúan gestiones cotidianas e incluso son una señal que explica la actividad económica y social de un país. Un semáforo sirve para saber si se ha comprendido una explicación: “No entiendo nada”, “tengo dudas”, “está claro”. Sirve como indicador de notas: “suspenso”, “aprobado justo”, aprobado alto/notable”. No solo eso, su lógica se puede usar para valorar personas. Además, esta evaluación tiene un interesante componente transversal; se puede ser un buen miembro de una familia, un mal trabajador y un amigo respetable. Somos así. Por eso la costumbre de discriminar “buenas personas” de “malas personas” no tiene sentido alguno, depende de contexto. Lo que se puede evaluar es un comportamiento concreto. Decía Churchill sobre los franceses: “No lo sé, no conozco a todos”.
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