Opinión
Las uvas de Isabel y Pedro
Llevo acurrucado en mis oídos, como un animal que se niega a salir de su escondrijo, la letanía del santo rosario que, desde mi más tierna infancia, mi abuela con una voz desnuda, enorme, templada y rigurosa, le vibraba por los tendones del cuello y nos hacía rezar muchas noches los cinco misterios del rosario, con letanía en latín incluida, que todos respondíamos con colosal candidez. Aquellos rosarios me devuelven el espejo la misma cantinela a las puertas de la sede del PSOE en la calle Ferraz, mantra sinuoso capaz de entremezclar presente y pasado, que creía murió con mi abuela en aquella época geológica de la dictadura.
Me pregunto si la IA, que trabaja en presente, podría explicarme esa ola de arrebatamiento ultracatólico a las puertas de las iglesias, dentro no, que suena más a folclorismo político que al kárate de la pura fe con la que aseguran“rezar el rosario contra la amnistía”.
Es bien sabido que a la izquierda, que no tiene a Dios de su parte, le chirría que los creyentes se metan en los territorios mundanos de la política; en cambio las derechas perfumadas, que desde siempre han tenido una alianza con el Altísimo, no necesitan demostrar nada porque dan por supuesto que Dios es tan de derechas con la misma naturalidad que son ellos.
En mi infancia algunos misterios del santo rosario se rezaban para avocar al Todopoderoso y librarnos de las garras del comunismo. Eso era antes, ahora en las redes sociales puedes encontrar el calendario nacional en cada provincia de grupos organizados para rezar el santo rosario “contra la amnistía” y, de paso, “acabar con el sanchismo cristófobo en la tierra de María”, antes de que el cielo nos propine un castigo mayor y termine en condena infinita.
El estómago, ante cualquier producto perjudicial para nuestra salud, se revuelve y lo expulsa. Sin embargo, el cerebro a pesar de las miles de neuronas que lo circunvalan absorben sin rechazo todo lo que entra por los sentidos y, poco a poco, lo fermenta en magma de remedios y confusión tal que es capaz de hacer un brebaje entre fanatismo y fe, inteligencia y religión, sin que ninguna neurona se oponga. Yo, que soy de izquierdas y creyente, llevo un tiempo debatiéndome entre fe y razón, que es una turbulenta lucha de poder a poder: una busca salvar a España de los separatistas amnistiados y el sanchismo en la tierra de María Santísima y, la otra, salvar mi alma. Y no sé con cuál quedarme.
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