Antonio Lao
El silencio de los pueblos
No descubro nada si afirmo que los franceses han sido siempre nuestros grandes rivales. Vecinos, amigos, colaboradores, casi familia, pero con las cosas de comer, y en este caso concreto son los tomates, no se juega. Antes de que puedan poner alguna pega a este artículo por pecar de condescendiente con nuestros vecinos del norte afirmo, con rotundidad, que a ellos no les asiste la razón en el caso que nos ocupa.
Dicho esto, si creo que se hace necesario una pensada sobre el modo y la forma en la que hemos ocupado y copado una parte importante del mercado de las hortalizas, atendiendo a nuestra situación de privilegio durante décadas. En la actualidad eso se ha perdido. Aquellos que en su día no eran competencia han aprendido lo suficiente como para poner en riesgo nuestro liderazgo, a la vez que nuestros antiguos competidores, caso de Francia, mantienen las mismas rutinas, que no son otras que despreciar y vituperar aquello que cultivamos, con la intención de que su gobierno o la Unión Europea incremente ayudas para seguir en un mercado cambiante y dinámico que les ha pasado por encima.
Pero no se trata tanto de mirar a los franceses y alzar la voz cada vez que ponen en duda la calidad de nuestros productos -insisto que no tienen razón- sino en lo que nosotros hacemos para contrarrestar el daño que buscan hacer a la imagen de un sector innovador, sostenible y con sabor en todos y cada una de las hortalizas que cultivamos. Atrás quedaron los tiempos en los que un tomate no sabía a nada o un calabacín era poco menos que el producto de un laboratorio de semillas, con una atractivo inmejorable, pero alejado de los estándares de aroma que se supone a este tipo de productos.
Al margen de rasgarnos las vestiduras y buscar a las plañideras de turno para lamentar lo malos que son nuestros vecinos, echo de menos un verdadero frente común de los afectados, agricultores, sus asociaciones y las administraciones, capaz de hacer frente de una vez por todas a tanta noticia falsa como se acumula, no ya sólo en redes sociales, sino en medios especializados y referentes en sus respectivos países, en los que sin tener la más mínima idea o buscando el sesgo negativo, se ataca a lo que producimos con descaro, premeditación y alevosía.
En Fruit Logistica, un destacado dirigente de una empresa andaluza, me llegó a decir que se sentía satisfecho porque la campaña orquestada de la fresa lejos de disminuir el consumo de ésta, había incrementado las ventas de forma notable. Vamos, que los había puesto en el mapa de lineales de los supermercados. Pero mucho me tempo que siempre esto no va a ser así. Y ejemplos tenemos con el e-coli o con el trato que, siendo falso, aluden una y otra vez que se da a los trabajadores que laboran en los invernaderos.
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