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La oferta en términos de literatura infantil es rica y variada, aunque sabemos por propia experiencia (hijos antes y ahora, los nietos) que los libros para niños suelen tener como protagonistas a animales: Patrulla canina, Peppa Pig, Pocoyo y amigos… En las lecturas, acompañamos a osos que pilotan aviones, perros superpoderosos y cerdos que organizan fiestas de pijama. Desde la tierna infancia, dotamos a los animales de características antropomórficas y los colocamos en situaciones propias de la vida diaria de las personas para ilustrar historias que enseñan a los más pequeños cuestiones esenciales como la generosidad o la amabilidad. Me es muy curioso ver cómo, conforme pasan los años, vamos desligando a los animales de esa imagen tierna y cercana para convertirlos en mercancía. La empatía hacia los animales va desfigurándose con los años hasta alcanzar, en algunas ocasiones, una indiferencia total o una crueldad injustificada en la etapa adulta. Amigo lector, ¿tengo razón o no? ¿En qué momento se trastoca la base sobre la que se construye el amor por los animales?
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