Requiem por una tertulia en interalmería

Algunas veces me he asomado a la ventana de “La Tertulia” de Interalmeria, la TV pública municipal, que me traía el recuerdo de la película “Un mundo implacable”, de Sidney Lumet, en la que el personaje principal era un presentador de televisión promoviendo un discurso unificado que destruye el análisis y favorece la banalización. Aquella película dejaba una advertencia, pero es probable que el presentador de “La Tertulia” no la viera. Acaba de jubilarse y con él su programa, tras ser amonestado varias veces por el Consejo Audiovisual de Andalucía..

Recuerdo que la película planteaba algunas cuestiones como lo frágiles que somos ante un medio tan poderoso como es la imagen televisiva; lo insignificantes que somos a los secretos de la relación e intereses cuando los tertulianos se convierten en lobos esteparios compartiendo noticias en una misma linea ideológica.

Aquellas tertulias levantaban tal caudal de polarización que no había nadie de la oposición política a su ideario que quedara a salvo. Allí se hablaban cual si fueran viejos colegas de colegio; allí yacían dichosos ante un micrófono y una cámara de televisión hasta humillar la cerviz de audiencias sensibles a sus opiniones. Yo creía que la madurez va acompañada de compasión, de capacidad para juzgar con distancia el pasado sin que las heridas condenen a los demás. Pero no, las tertulias de este medio televisivo se desquiciaban sin demora reproduciendo bulos profundos que no suponían un salto filosófico respecto a la mentira a secas sino que distorsionaban sin piedad la información. Información con la que sacudían al televidente y, por muy listo que te creyeras, quedabas hundido hasta las trancas en las profundas arenas movedizas del fango.

El favor que le concedía la cadena pública Interalmería al conductor de ese programa debería haber sido revestido de prudencia por la dirección de la TV municipal, pero no. Tampoco los sucesivos alcaldes hicieron nada por rebajar los egos tertulianos a favor de la pluralidad y no el show, o que la consejera delegada del medio televisivo invitara a que se mordieran la lengua un rato para que el debate plural no se desequilibrara, para que la palabra cobrara valor, para que la audiencia, que es plural, no terminara con el corazón en un puño. Ahora que el presentador se ha jubilado extraño la palpitante “Tertulia” a la que me asomaba por pura curiosidad, por ver cómo un dios soberbio desguazaba a criaturas indefensas. Para los que no concordábamos con esa linea periodística todos esos momentos se han perdido felizmente en el tiempo; para otros serán como lágrimas en la lluvia.

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