
OPINIÓN | Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Papá, ven en tren
Durante las dos semanas de vacaciones he intentado entrar a algunos de los bares y restaurantes recientemente abiertos (o con nuevos dueños) para comentarlos aquí, pero las masas que acudían a las procesiones lo llenaban absolutamente todo. Aun así, en alguno me he colado y, a falta de confirmar las impresiones en más reposadas visitas, comentaré un “detalle”, que vengo observando hace tiempo: el retroceso de la costumbre de dar propinas. Hasta no hace mucho, la propina era tan habitual que hasta se estudiaba su reparto en los manuales de las escuelas de hostelería. Uno de los sistemas más utilizados se llama “tronco”. El DEL contiene ocho acepciones de tronco, pero falta una: “sistema para repartir las propinas que se reciben en un restaurante”. Consiste en dar puntos a cada empleado en función de distintos factores como antigüedad, categoría, responsabilidad, etcétera, y el total del bote se reparte, periódicamente, en proporción a la puntuación de cada uno. Hay diferentes estadillos en los manuales, pero creo que hoy son innecesarios. Con excepción de los restaurantes de alto nivel gastronómico y/o lujo, en la mayoría de locales la propina es rara avis. El pago con tarjeta o móvil casi nunca incluye propina y mucho menos se deja en metálico, salvo algunos céntimos. Un caso paradigmático presencié hace poco en una conocida barra. Dos parejas que habían tomaron abundantes raciones pidieron las cuentas por separado, aunque habían consumido casi lo mismo: 52 y 49,50 euros. Pagaron con billetes, una dejó quince céntimos de propina y la otra nada. Eso sí, los cuatro le dieron las gracias al camarero al despedirse.
Antiguamente las gracias las daba el barista. El estribillo de una canción de los años sesenta era: “Dinero al bote, ¡Gracias!, peseta al bote, ¡Gracias!, un duro al bote, ¿¡Eeeehhh!? ¡Gracias, gracias, gracias!”. La letra seguía (o quizá era otra canción): “Llama al camarero, pide que te sirva, cuéntale tu vida, pero dale su dinero; el diez por ciento, eso ya no es dinero, quince por ciento espera el camarero”. ¡O tempora, o mores! Hoy la mayoría paga con el móvil, lo acercan al datafono del camarero y le dicen: gracias. El camarero, por cumplir, contesta: a ti. Pero, ya digo, por educación, porque casi nadie deja unos céntimos de propina, no digamos ya lo del diez por ciento de la canción.
También te puede interesar
OPINIÓN | Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Papá, ven en tren
Metafóricamente hablando
Antonia Amate
Sangre, sudor y lágrimas
Equipo Alfredo
Un disgusto para Atila
El balcón
Ignacio Martínez
Orgullo europeo