
Monticello
Víctor J. Vázquez
Una amnesia no sólo cristiana
Todos los ámbitos de la escuela son susceptibles de mejora, máxime en un sistema educativo donde no hay una apuesta clara por casi nada y abundan las ocurrencias a golpe de BOE, que ni siquiera llegan a rozar las aulas. La función de los orientadores y orientadoras no es una excepción.
Cuando, tras dos años en la enseñanza privada (suficiente para saber que debía huir de allí) aterricé en un instituto público en el lejano año 2002, me encontré con un orientador que no paraba un segundo en el despacho. Siempre iba con un papel pequeño en el bolsillo, tomando pequeñas notas en letra diminuta, ilegible. Iba por los pasillos buscando alumnado que quería hablar con él, interviniendo en conflictos de convivencia, apoyando al profesorado en sus dudas, entrevistándose (de manera formal o informal) con las familias, etc. Nunca habló de un diagnóstico en una junta de evaluación o reunión. Jamás habló de papeles, aunque tampoco le pudieron acusar nunca de que le faltara alguno.
Con esta primera experiencia y la candidez de ser mucho más joven, llegué como asesor a un pequeño Centro de Profesorado, donde éramos muy pocos y el trabajo había que repartirlo. No había asesoría responsable de orientación, y yo levanté la mano rápidamente. A partir de ese mismo día, mi visión sobre la orientación empezó a transformarse. Reuniones y más reuniones donde todo se planteaba desde un punto de vista clínico y de diagnóstico. En dos años, no escuché jamás hablar de metodología de aula o apoyo al profesorado, como mucho los «programas específicos» o «planes individualizados» que nunca han terminado de funcionar. Solo escuché una vez a un responsable de orientación de la Consejería diciendo tajantemente en unas jornadas: «¡No diagnostiquéis! No lo hagáis nunca. Que lo hagan los servicios de salud». Después de 13 años en un Instituto, veo cada día cómo desde la orientación se habla de papeles, informes, sistemas informáticos, rellenar, rellenar, rellenar… y poco más. Un gran psicólogo amigo mío dice que el diagnóstico tiene que quedar solo para el profesional, o para comunicación entre profesionales (de la psicología). Fuera de ahí, es nefasto. Tiene más consecuencias negativas que positivas, en todos los casos: rebaja de expectativas, etiquetaje, segregación, profecías que se autocumplen. O le damos una vuelta a la orientación, o la verdad, para este viaje no hacen falta alforjas.
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