Renuncia al mundo
Reflejo en el baño rosa
La Cuarta Pared
Después de una visita completa al Museo del Realismo Español Contemporáneo (MuReC) de Almería, tras más de dos horas de pie y un inevitable dolor de riñones propios de la edad, me encontré de frente con la exposición temporal de Eduardo Millán. El cansancio desapareció al instante. Nada más entrar en la amplia sala rectangular se podían vislumbrar unos enormes cuadros que parecían representar, a escala real, un apartamento algo viejo y desordenado. Como si de un flechazo de Cupido se tratase, sentí una conexión directa con estas pinturas que no había llegado a percibir con el resto de obras del museo. Los cuadros no solo eran realistas, eran reales. Con solo mirarlos de reojo desde el umbral de la entrada ya se podía percibir la crudeza de lo representado, lo cual hacía conectar de manera instantánea con mi ser más puro, racional e irracional al mismo tiempo.
Al principio, intuí cierta relación con la magnífica obra del pintor y acuarelista Joaquín Ureña, quizás por la temática o por el tamaño y la escala de los cuadros. Ambos artistas representan su realidad más inmediata, plasmando en un gran lienzo su propio entorno, su vivienda y su taller. Consiguen reflejar de manera majestuosa cómo es su día a día y, por lo tanto, logran que el receptor empatice directamente con el autor. Sin embargo, los cuadros de Eduardo Millán, donde aparece un retrato de sí mismo poseen un aura un tanto melancólica. Ver asomado a través de un pequeño espejo la cara del pintor mirando con semblante serio directamente al espectador, hace que se te erice el vello.
Los puntos de vista y las perspectivas son realmente singulares y anodinas. Podemos ver el exterior del estudio a través de un gran ventanal mediante un encuadre de ojo de pez un tanto forzado, o un bodegón de frutas encima de la mesa con un espejo en segundo plano donde vemos al artista reflejado. Sin embargo, ningún cuadro me impactó más que la obra “Reflejo en el baño rosa”, una representación de lo que parece una pared de un viejo cuarto de baño, compuesta por pequeños azulejos cerámicos satinados, donde se puede llegar a intuir el reflejo, un tanto difuminado, de una silueta humana. Seguramente se trate del autor, de pie en su propio baño. Una situación tan coloquial como mundana pero que, al verla pintada con tanta maestría, consigue transmitir un gran impacto emocional. La realidad escupida a la cara, sin tapujos, sin trampa ni cartón.
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