A Vuelapluma
Ignacio Flores
Ya mismo lo estreno
Yo a estas alturas dudo de su existencia. Incluso creo que es un actor que interpreta un papel para entretenernos en el telediario. Hace tiempo que las noticias de algunos medios son un espectáculo por lo que un personaje así, tan surrealista, no puede ser verdad. Y con esto sigo la senda de la edad de oro española en la que la ironía era un recuso estilístico de gran importancia, tal como en la Grecia Clásica en la que era un elemento esencial de la retórica en aquella batalla entre filósofos y sofistas. Dicho así, Puigdemont no existe, o Puigdemont luego existo. Parece que nadie salvo él puede hacer las cosas vemos: tener una orden de detención internacional y entrar y salir libremente de España; dar instrucciones a un presidente del gobierno sobre lo que tiene o no que hacer. No ha existido un político en este país con tantos derechos ni con tantas estrategias de invisibilidad. Hay que decir que la política de nuestro país atraviesa una fase surrealista. Y por eso genera personas/personajes dadaístas. Profundizando en esto hay que decir que el Surrealismo es un elemento estructural en nuestro momento presente y no solo por el vínculo con la metarealidad generada por los mass media y las redes sociales sino porque la política-en-sí precisa un relato surrealista y performativo para convencer al electorado. De por sí el Surrealismo fue político. Recordemos “Descifrar la vida” según André Breton y “Convertir las contradicciones de los sueños y la realidad en una realidad absoluta, una súper realidad”. Este movimiento era dinamita y tuvo vínculos con el comunismo en su origen. Pero es que la política es Surrealista en realidad. Según el diccionario lo Surrealista es aquello que impulsa lo irracional y onírico. Lo irracional es aquello que carece de razón, algo muy detectable en ciertas contradicciones del presente. Y lo onírico es lo relativo a los sueños, amén de que estos sean imposibles y que se defiendan irracionalmente. En suma nuestro horizonte político está lleno de contradicciones y de sueños imposibles a los que nos hemos acostumbrado de forma vergonzosa. Creo que el elemento más surrealista es Puigdemont. Es precisamente el referente o lo que representa el momento actual. Por eso un personaje así no puede existir más allá de la teatralización. Es un actor dadaísta que nos convierte en un público absurdo perdido en la mediocridad
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