De la prudencia al éxtasis

18 de julio 2024 - 03:09

El pasado 27 de junio, después de que España superara la fase de grupos y encarara los partidos restantes para llegar a la final, hiciste un elogio de la prudencia en la activación que estos encuentros hacían de nuestras emociones colectivas, de la comunión con la selección y el sentimiento de ser partícipes de los éxitos de quienes se enfundan la camiseta que defiende nuestros colores. Y destacabas el papel del seleccionador, del que esperabas que supiera de fútbol y sobre todo, de futbolistas, y que fuera capaz de imaginar relaciones y de crear dinámicas de grupo que pudieran fomentar el sentido de pertenencia y el compromiso con el mismo.

Y en el estado de ánimo de aquel día, que parecía preceder al de los grandes momentos, insistías en que, como en otros campeonatos que habíamos ganado, quien dirigía los destinos de nuestro equipo lo hacía con sensatez, con tacto, con templanza, prudencia y confianza en el equipo. El pasado 14 de julio, ese grupo de jugadores lograron superar en la final a la selección de Inglaterra, convirtiendo a nuestro país en campeón de la Eurocopa por cuarta vez, pasando a ocupar un lugar destacado en el altar de nuestra memoria colectiva.

Tras la euforia del momento, nos queda la revisión pausada de las imágenes del torneo, multiplicadas en los innumerables canales a los que tenemos acceso, tomadas a lo largo de los días de concentración, en cada partido, en las ruedas de prensa, en los entrenamientos, en las conversaciones y miradas en el campo entre los que estaban jugando, y en las de los que estaban en el banquillo, en los gestos de preocupación y en los de aliento, tratando de atrapar la excitación, el entusiasmo, la efervescencia, la emotividad de este grupo que ha trascendido las pantallas.

Precisamente en esto crees que ha residido la victoria, en entender que cada jugador, valioso por si mismo, lo es más en el conjunto, que lo que de verdad importa, como decía Imbroda, es el equipo, y se ve en las expresiones de cada uno de ellos, desde el seleccionador hasta el último futbolista, el que no ha dispuesto ni de un segundo en el campo: familia, grupo, amistad, aprendizaje, respeto, y sobre todo, oportunidad para demostrar que cuando superamos nuestras diferencias y nos centramos en lo que nos une, somos difícilmente superables. Disfrutemos de ser los mejores, para cuando lleguen las oportunidades de otros.

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