Confabulario
Manuel Gregorio González
Ultraderecha
En Polonia se paran cuando suena y en Francia reposa, junto con un puñado, de tierra polaca. Y renace, del oscuro diván, otra partitura con un vals, desconocido. Una partitura que nunca publicó, de esas que regalaba. Pensaba y qué escribir, como vendría la inspiración y, distraído aparece, como la música, que sonaba en los salones, yo estaría, leyendo a Jorge Isaacs, obcecado, distante, meditando mientras sonaba ese minúsculo vals que el alumno tocaba. El maestro asentiría haciendo indicaciones con la mano. Siglos después, hace apenas días, en polvorientos cajones lejanos alguien lo encontraría, después de viajar años. Un pianista famoso lo tocaría y pondría su vídeo en youtube, sonaría en todo el mundo algo que sólo era papel, que no existía, sólo borrones hechos con pluma y tinta china, papel pautado anciano que antes era nada inunda todo el mundo conocido, igual que la inspiración aparece de improviso y desaparece, quién sabe si volverá, alguna vez a empujar esa mano, esas enfermas manos ducales, su enfermedad, tan pálida y decimonónica, suena de nuevo y licua el óxido de los años y ahora quiero escuchar todos sus valses uno por uno hasta llegar a este, imaginar, que no hay tantas tragedias, tantos infundios, que sólo suenan uno tras otro, cada vals y luego el próximo, otra vez. Que no hay prisas, que no hay atascos, que no hay sino bellos objetos en habitaciones amplias, salones con tapices, pianos callados, que improvisadamente suenan, que suenan en su cabeza y cuando todo se vuelve marchito aparece de nuevo la inspiración donde menos te la esperas. Sin tragedias, como si siempre hubiera estado allí. Los coches se arremolinan, el mundo agoniza y el vals sigue sonando. Yo quisiera que siempre fuera el vals op.64 nº2 como si no existiera otro como si fuesen todos el mismo infinitamente repetidos, no escuchar nada más no memorizar o asimilar cada uno, que el nuevo fuese el antiguo tan manido, tan tocado tan interpretado. Todo lo que nunca vuelve como antes, siempre es nuevo y extraño, a propósito de todo lo inesperado, todo lo tangible, como si lo tocase cuando escribo, fuera de todo lo material y temporal, actual, inevitablemente importante, relevante, trascendente, o fútil, sibarita, redundante, inmaterial y necesario. En el salón decimonónico, románticas lámparas iluminan a las manos que tocan, brevemente, ese vals que iluminará otros salones marchitos.
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