Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Contra lo sucio, transparencia
Que las obras del AVE son una realidad incuestionable y avanzan o progresan adecuadamente es un hecho constatable. Podemos poner las pegas que queramos, como la celeridad o la inversión, incluso la fecha en la que el tren surcará los raíles desde Almería a Madrid. Hasta puedo estar de acuerdo en conceptos que, hoy por hoy, empiezan a ser pequeñeces en comparación con la magnitud de la obra. Insisto en que por una vez, y sin que sirva de precedente, los trabajos se perciben, recorres la autovía y ves máquinas y obreros trabajando a buen ritmo. Por fortuna pasaron los tiempos en los que el Gobierno había dejado un par de albañiles y otros tantos carrillos de mano para tratar de convencer a los almerienses de que el compromiso gubenamental era un hecho, aunque la realidad era bien distinta.
Hoy es un gusto caminar por el trazado. A aquellos que nos gustan las obras y si encima son de un proyecto tan vital para la provincia de Almería como este, la imagen es de las que permanecen en la retina y costará olvidar. Han sido tantos los años en los que las promesas han inundado páginas de periódico, infomativos de radio y reportajes en televisión, que la visión de las máquinas y obreros trabajando es una delicia para la vista y una satisfacción como ciudadano de esta tierra percibir que los compromisos y las promesas se cumplen.
Otra cosa es, y mucho me temo que el runrún nos acompañará incluso después de que el tren suque las vías entre la capital del reino y Almería, del tiempo transcurrido, de la fecha de culminación e incluso de la velocidad a la que los trenes circularán. Ya habrá tiempo, mucho me temo, de discutir de todo ello, así como el número de trenes que cada día harán el recorrido y de si las plazas son las que Almería necesita o, por el contrario, desde Renfe serán rácanos por falta de material. La polémica va a estar ahí por parte de aquellos que buscan el rédito político del cortoplacismo y de visiones pacatas. Todo se apagará en la medida en que la normalidad del nuevo servicio se instale entre los vecinos y dejemos el pasado a un lado para mirar al nuevo futuro que se abre ante nosotros. Los seres humanos somos así. En el momento en que contamos con lo demandado el cerebro hace su trabajo y olvida los malos momentos en la misma medida que una gaseosa deja escapar el gas cuando la abres.
Bajo estas premisas y con un planteamiento lo más equidistante posible, o al menos eso pretendo, no tengo por menos que sonreir cuando percibo que en el verano que acaba han pasado por Almería dos ministros, el de Presidencia y el de Fomento, Bolaños y Puente, este último por partida triple para ver, disfrutar y vender, el avance de los trabajos. Y lo que nos queda. Ahora que el viento sopla a favor, no les extrañe que hasta el propio presidente, si Cataluña y la financiación lo dejan, haga alguna escapada para recorrer las obras, sin preguntas, claro. Todo sea por los tiempos en los que veraneaba en Mojácar.
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