13 de agosto 2024 - 03:07

Es una incógnita lo que pretendía Puigdemont con su fugaz aparición en Barcelona el día de la investidura de Salvador Illa. Si era restarle protagonismo al acto institucional lo consiguió, desde luego. Pero si lo que quería era que los suyos, una vez reunidos en el Arco del Triunfo, lo llevaran en volandas al Parlament, lo introdujeran en la sala de plenos y lo proclamaran presidente de la Generalitat, todo muy al estilo del tío de los cuernos de búfalo cuando los partidarios de Trump asaltaron el Capitolio en Washington, si pretendía una aclamación popular con un golpe de Estado, fracasó rotundamente. La cosa devino en una aparición con frases similares a las de Tarradellas en 1977 y una huida a los pocos minutos digna de Rocambole y ahí quedó todo. Eso sí, puso en evidencia a los mossos, la policía autonómica catalana, que no fue capaz de detenerlo a pesar de que se televisaba en directo su intervención en el Arco del Triunfo.

Y ahora, tras esta segunda huida, ¿qué hará el fugado? Digo, con los pactos firmados con Pedro Sánchez. El llamado Procés ha concluido con la investidura de un President que no es, ni mucho menos, independista. Es el gran triunfo de Pedro Sánchez y el colofón a su ingente labor política para solucionar el problema catalán que el PP no hizo más que empeorar. Aquí ha venido a desembocar el Procés, en la investidura de un president socialista. Fracaso total del independentismo. Se acabó. Comienza otra época. Pero de los acuerdos en política nacional, ¿qué?

Lo lógico es que Junts retire el apoyo a los socialistas en Madrid, que éstos y sus aliados no puedan aprobar los Presupuestos del Estado ni ninguna otra ley que precise mayoría del Congreso y que, por lo tanto, Pedro Sánchez no pueda ya gobernar y tenga que convocar elecciones. Todo ello sin perjuicio de que las negociaciones políticas no nos lleven por otros derroteros ahora inextricables. La izquierda debe prepararse para ese escenario, como se dice ahora.

¿Qué quedan muchas cosas por hacer? Por supuesto. Pero se podrán hacer. Mientras, la izquierda debería caminar hacia una reunificación para hacer frente al fascismo renacido.

Y lo demás, pasárselo por el arco del triunfo, lo que ha querido hacer Puigdemont en Barcelona cayendo en un ridículo espantoso. Ha quedado como un estúpido al pretender, si lo pretendía, una apoteosis para lo que no ha tenido suficiente poder de convocatoria.

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