A Vuelapluma
Ignacio Flores
No son las emociones, son las deudas
La Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, de la Defensa Nacional, establece en su Artículo 15 la misiones de las Fuerzas Armadas y entre ellas se encuentra la de preservar la seguridad y bienestar de los ciudadanos en los supuestos de grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas, conforme a lo establecido en la legislación vigente.
Ahondando en ello, el Real Decreto 96/2009, de 6 de febrero, por el que se aprueban las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, en su capítulo IV (de las operaciones de seguridad y bienestar de los ciudadanos), que comprende del artículo 98 al 103, nos dice de poner el máximo empeño en preservar la seguridad y bienestar de los ciudadanos en supuestos de grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas, esforzándose en que la rápida intervención de las Fuerzas Armadas suponga una respuesta eficaz que infunda confianza y tranquilidad a la población, actuando con la máxima competencia y espíritu de sacrificio, afrontando las situaciones críticas con serenidad, consciente de que su intervención, por la proximidad a la población civil, tendrá una enorme trascendencia en la imagen que la sociedad tenga de sus Fuerzas Armadas, cumpliendo sus cometidos con la máxima pericia, basada en su competencia profesional, para proteger la vida e integridad de todos los afectados y evitar riesgos innecesarios, buscando la perfección en la ejecución de sus cometidos, siempre en beneficio del conjunto, teniendo presente que la unidad de la que forme parte deberá intervenir de forma coordinada con otras instituciones y colectivos que atiendan a las emergencias, sin olvidarnos del apoyo a Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Esta legislación nos deja claro que las Fuerzas Armadas también tienen, entre sus misiones, la de seguridad y bienestar de nuestros compatriotas, lo cual es evidente puesto que por propia formación en las academias militares, los militares lo llevamos en el ADN. Por eso, en lo que atañe al desastre valenciano, no me imagino la desesperación del personal de las Unidades militares de guarnición en Valencia, a un paso de las zonas devastadas, y del resto de las Fuerzas Armadas, sin poder desplazarse para ayudar desde el primer día. Ya nos enteraremos con el tiempo de lo que realmente pasó en esos primeros días, en los que dejamos abandonados a nuestros compatriotas, incumpliendo lo que nuestro código de conducta (las Reales Ordenanzas) nos exigen: infundir confianza y tranquilidad a la población. Procedimientos poco flexibles y progresivos, pero cuando el desastre supera lo habitual para lo que estamos preparados, no estaría de más que los procedimientos facilitasen la toma de decisiones en los distintos escalones de mando, no esperar la orden de Madrid, o de la Comunidad Autónoma. Si se está presenciando el desastre, se actúa y simultáneamente se informa al escalón superior. Así se hacía antes, ahora nadie se mueve mientras no se recibe la orden, el procedimiento es el procedimiento aunque se esté muriendo la gente. Tampoco esperar a que se solicite el apoyo, ya que se pierde un tiempo esencial para salvar vidas. Ni se utiliza el desastre para obtener réditos políticos, como nos lo demuestran nuestros gobernantes celebrando un pleno en el Congreso que no era urgente, cuando se sabía lo que estaba ocurriendo, antes de irse a llorar por los muertos y desaparecidos, o ligar las ayudas al apoyo a los presupuestos del Estado, poniendo en una tesitura a la oposición. Y por supuesto, uno aguanta el chaparrón de su incompetencia ante la población y no huye despavorido. Gracias a Sus Majestades los Reyes por su templanza y valentía.
Estoy convencido de que si se hubiera decretado el estado de alarma en las comunidades afectadas, movilizando no sólo medios públicos, sino privados, las excavadoras para limpiar las calles hubieran estado trabajando el segundo día del desastre. Pero eso es competencia del Gobierno Central, que ni siquiera ha tenido a bien convocar un Consejo de Ministros extraordinario, y la responsabilidad de la gestión de la crisis la ha dejado en manos de la “Taifa” valenciana. Es normal, estamos en un Estado Federal. La población carece de lo más básico, lo estamos viendo, pero sólo te apoyo si me lo pides. Vergonzoso por la autoridad política y también incluyo a mis compañeros militares por no haber sido fieles cumplidores de nuestras Reales Ordenanzas, que para algo están.
Ya veremos en qué queda este desastre. Espero que no sea como en La Palma.
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