Presentando lo presentado

03 de octubre 2024 - 03:08

De la misma manera que en otras muchas profesiones creativas, en cualquier estudio de arquitectura se realizan innumerables presentaciones de proyectos a clientes mostrando por primera vez las ideas en las que se ha trabajado con ilusión. Algunas presentación resultan muy pragmáticas, otras más emocionales y emotivas, y algunas de ellas pueden llegar a ser incluso desagradables. Al igual que cada cliente, cada proyecto es único y singular, por lo que merece ser presentado según su contexto y necesidades.

Presentar un proyecto por primera vez te hace sentir vivo. Es una sensación parecida a la emoción que todos sentimos justo antes de contar una noticia importante a un ser querido: ese cosquilleo en los momentos previos, antes de desvelar el pastel que solo tú sabías que se había horneado. Se trata de un momento realmente especial y, en cierto modo, parecido a la primera vez que revelas un secreto. Te sientes tenso y aliviado al mismo tiempo, pero cauto y expectante a la hora de contemplar la reacción del otro.

Vas a comunicar una idea que solo tú y tu equipo conocéis. Un trabajo en el que llevas mucho tiempo trabajando y, por lo tanto, tienes que ordenarlo en tu mente para poder generar un discurso fácilmente entendible para cualquiera que no viva debajo de tu cerebelo. En mi caso, intento dibujar una serie de diagramas explicativos a base de colores y formas geométricas simples que, en muchas ocasiones, no terminan explicando muy bien el proyecto y suelen recibir una réplica del estilo: “¿pero el vestidor tiene cajones?” Y ahí es cuando me doy cuenta de que realmente nadie ha entendido lo que pretendía contar. Pero bueno, al menos esos esquemas me han servido para entenderme a mí mismo, que no es poco.

Sin embargo, ahora nos enfrentamos a algo diametralmente diferente pero con el mismo nombre: la presentación del libro que acabamos de publicar. No tenemos que contar nuestras ideas a nadie; de hecho, ya están plasmadas en el propio libro. Quizás eso es lo que nos perturba porque ¿cómo presentar algo que ya está disponible para cualquiera? No hay ningún secreto que revelar, las cartas ya están sobre la mesa. Si fuera la presentación de una película sería todo mucho más sencillo, te sientas en tu butaca del cine y le das al play, pero, como todos comprenderán, no vamos a empezar a leer el libro en voz alta como dos cacatúas. Quizás lo que tendremos que hacer es proyectar diagramas de colores de cómo fuimos tecleando cada texto…

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