
Paso a paso
Rafael Leopoldo Aguilera
Vida militar y mis anécdotas
Desde que aparecieron los audios con los diálogos que mantenían Cerdán, Ábalos y Koldo, no se habla de otra cosa. En una democracia parlamentaria la corrupción es un delito imperdonable en cualquier partido político donde aparezca. Pero el escándalo se produce cuando quienes meten la mano en el talego son cargos de los partidos de izquierda. Ningún caso de corrupción de los que estamos sufriendo en los años que llevamos de democracia, ha ocasionado tanto ruido como el que está en candelero. Y eso obedece a un motivo evidente: la derecha es más tolerante con la corrupción que la izquierda. A nadie del partido socialista se le ocurre decir, ante los indicios de corrupción que aparecen en los audios, que a Pedro Sánchez le han salido una sarta de ranas y aquí no ha pasado nada. Las conversaciones de los tres presuntos son un motivo de preocupación que puede hacer tambalear a un gobierno de izquierda. Las ranas no le impiden a Esperanza Aguirre ir dando lecciones, tan pancha, en defensa de un extraño liberalismo mezclado con la dictadura de Franco. Y su sucesora puede convivir, sin ningún problema, con un ciudadano particular que se ha pasado de listo con el negocio de las mascarillas y presunto defraudador confeso, si se me permite. Nadie presentó una denuncia cuando apareció que un tal M. Rajoy había trincado una pasta, porque en el supuesto caso de que fuese la persona que se sospecha, estaba bien visto que se compensara con una cantidad generosa a un señor que ganaba más dinero en el registro que presidiendo el gobierno. En la izquierda cualquier atisbo de corrupción puede poner en peligro a un gobierno y hay que actuar con contundencia a la primera de cambio. Con lo que aparece en los audios se está cuestionando que Pedro Sánchez pueda seguir presidiendo el Gobierno. Dos años soportando una situación de inestabilidad bajo la sombra de la corrupción sería insoportable. El Gobierno tiene que demostrar que dispone de una mayoría parlamentaria para continuar. El presidente debería convocar una moción de confianza y que los partidos que apoyaron su investidura decidan si prefieren a Pedro Sánchez, que se quitó de un plumazo a Santos Cerdán, o a Mariano Rajoy que fue a Valencia a darle un fuerte abrazo a Carlos Mazón.
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