Posverdad medieval

21 de marzo 2025 - 03:08

La posverdad es una posmoderna manera de ponerle nombre a la mentira. Consiste, entonces, en distorsionar, con deliberación, una realidad, o manipular creencias, posiciones e incluso emociones con el escondido pero claro propósito de influir en la opinión pública -y en la publicada-, así como en las actitudes y las reacciones sociales. La propaganda política, en sus manifestaciones más sectarias o proselitistas, no queda lejos de la posverdad mentirosa, pero no se piense que esta maquinación resulta contemporánea o moderna, sino que viene de bastantes siglos atrás y una muestra singular puede encontrarse a mediados del XIV, cuando las composiciones poéticas de los romances, declamados de un lugar a otro, alteraban en el estado de las cosas en el reino de Castilla, a fin de atribuir toda una panoplia de iniquidades a Pedro I. De suerte que el regicidio que acabó con su vida, a manos de su hermano bastardo Enrique II, se tuviera con un tiranicidio redentor, y a rey muerto, rey puesto. Recibió el título de Cruel, por ello, Pedro I, y entre la cohorte de sus deméritos figuraban, además, la codicia y, particularmente, la lujuria.

Sin alcanzar los dieciséis años de edad, el rey don Pedro fue coronado en 1350 y dos años después, de camino hacia Asturias, para sofocar la rebelión que ya encabezó su medio hermano Enrique, conoció a una doncella, María de Padilla, que servía en la casa de un poderoso valido del monarca, Juan Alfonso de Alburquerque. De cercana edad a la del rey, María, según una crónica medieval escrita en la primera mitad del siglo XV, “era la más apuesta doncella que por entonces se hallaba en el mundo”. Y el joven rey, con el arrobo y el ímpetu del amor primero, cuando la vio, “se enamoró mucho de ella, y no pudo estar en sí hasta que la tuvo y durmió con él”. Poco menos de un año después, en 1353, nace la primera hija de ambos, Beatriz, unos dos meses antes del matrimonio convenido del monarca con Blanca de Borbón, a la que dejó compuesta y sin rey, además de encarcelada. Pues bien, la discreta María de Padilla es infamada en los romances: “No contento el rey don Pedro / de tener aprisionada / a doña Blanca en Sidonia / sin razón ni justa causa, / a petición de Padilla, / bella tigre de la Hircania, / permite el rey que la reina / acabe su vida amarga”. Ruin manera de injuriar a quien se consideró como reina, después de morir, y fue abuela de la primera princesa de Asturias. Desde entonces hasta ahora, como la posverdad.

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