Políticos y museos

16 de septiembre 2024 - 03:08

Les encanta. A los políticos les encanta inaugurar cualquier cosa, lo que sea, pero si es un museo, si se trata de un museo, sienten el mayor orgasmo del mundo. Se les remueve todo el cuerpo, todo a su alrededor se convierte en satisfacción. La inauguración de un museo para un político de occidente debe ser como ese paraíso lleno de huríes para los musulmanes: 72 vírgenes, les dicen si dan su vida por la yihad. Un sueño a hacer realidad.

En estos días dos noticias se han cruzado en la ciudad que han tenido como protagonistas al mundo museístico. El más importante nos dirán desde el ayuntamiento es la futura inauguración del Museo de la Vega. Y uno se alegra de la satisfacción que va a suponer para el responsable de cultura y para la alcaldesa la inauguración. Aquí podíamos añadir aquello de: ¿Cuánto dura un orgasmo en la vida de un político?

La segunda que tenía a un museo almeriense como figura preeminente la daban a conocer los visitantes de uno de ellos, al comprobar la nula preocupación que despertaba en los responsables la situación por la que atravesaba el Museo dedicado a la Guitarra. Esta es la dura realidad de los políticos. Luchan por abrir un museo, por llegar a ese orgasmo de felicidad que supone su inauguración, y al poco tiempo vemos el cansancio entre ellos, alejados de la realidad diaria, es como esos matrimonios que se van haciendo mayores en la vida, que no han sabido mantener despierto el interés del uno por el otro, y que lo único que buscan es el de inaugurar nuevos museos en sus vidas.

El ayuntamiento de Almería ha perdido el amor por el Museo de la Guitarra, lo ha abandonado, dicen los visitantes que van a verlo y vivirlo, y se ha buscado un nuevo enamorado: El de la Vega. Lo abrirán en breve han anunciado, y vibraran con él como hicieron durante el tiempo que les duró el amor por el abandonado de la Guitarra. Debe ser el sino de los Museos en manos de nuestros políticos: los quieren mientras les dura…el amor, hasta que otro se cruza en sus camino, se enamoran de él, y olvidan al que se entregaron unos meses atrás.

Podemos llegar a la conclusión de que no son buenos amantes “de museos” nuestros políticos. Se cansan de ellos, los cambian, buscan nuevas formas de satisfacción a través de la cultura, y se van dejando en los caminos museos abandonados, solitarios, sin amor, perdidos en ese mundo en el que fueron felices durante el tiempo aquel en el que al político de turno fueron capaces de hacer feliz, de que viviera los mayores orgasmos de su vida.

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