El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Primero planifico ir a la Playa de Los Muertos, a la que por cierto no he ido nunca, y sueño con amaneceres paradisíacos, llegando a las siete de la mañana, solos en la playa perfecta que todos publicitan. Y llegamos temprano, a las ocho y me encuentro ya un tropel de vehículos aparcados y cobradores (solo tarjeta) con chalecos fosforescentes. El paraíso está más abajo bajando por un camino arisco para el que las buenas zapatillas son insuficientes. Delante y detrás bajan contigo familias enteras con bártulos como para quedarse allí para siempre y empiezo a ver el desastre en el horizonte. Aún optimista te das asiento en la sombra tras una roca gigantesca y te dispones plácidamente a leer, a Balzac, por cierto. Pero poco a poco te acorralan en una playa de piedrecitas insufribles decenas y decenas de almas que no están interesadas en Balzac. Aún iluso lees algunos párrafos inmortales pero el ratito muere antes de empezar y nos vamos sufriendo el calvario de la subida. Sólo me falta la cruz y la corona de espinas. Ya solo vienen miles bajando el tortuoso camino que a mi me lleva hasta el coche. Por la noche, que rima, el plan es ir a ver una ristra de cómicos y tomar cañas antes, y se toman, y se va al local que yo vislumbro tugurio pero es local y bien local y al llegar, horror, están preparadas todas las sillitas para que nos sentemos ordenada y pulcramente con nuestra cervecita de regalo. No hay mesas, camareros, camareras, lámparitas, como en la tele. Todos sentaditos y calladitos esperamos a la ristra de cómicos. No hay risas fuera de guión, copas que se caen, ver al cómico al llegar al local. La cuarta pared es de hierro forjado y las risas son enlatadas. Las fealdades cuanto más feas dan más risa falsa, los mismos chistes amalgamados los nuevos con los viejos, ya no hay rostros deformados de discos de Joaquín Sabina, sólo risas de canciones del sargento Peppers, y cómicos de cartón y público de cartón, sin ambigú ni mojito, incluso hay foto final desde el escenario. El mundo feliz no vuelve jamás solo el calor cada vez más espantoso, el verano es un recuerdo borrable y suspendido por causas meteorológicas adversas. Y todos ordenadamente nos vamos a nuestras casas a soñar con veranos mágicos, como los que nunca fueron realmente. Nunca estuviste en Marte, nunca fue verano, solo son recuerdos implantados por una máquina reproductora de imágenes borrosas.
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