Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
T AL y como lo recuerdas, decía Platón que un pueblo tiene que gobernarse a través de la observación de la realidad, poniendo a prueba en la misma las mejoras que planteen las personas más sabias de la sociedad. De ahí la importancia que el filósofo daba a la educación, de manera que quienes se preparan para ello, pueden dar lo mejor de si mismos para la fortuna de todos, incluso si no están interesados en el ejercicio del poder, sino en la filosofía.
Cuando analizas los últimos días de nuestros gobernantes, te preguntas en qué momento se olvidaron del objeto de la política, del arte de tomar decisiones en la búsqueda del bien común, impactando positivamente en la calidad de vida de los ciudadanos, resolviendo conflictos y llegando a acuerdos relevantes más allá de las próximas elecciones.
No dudas que quienes ahora mismo ocupan puestos de relevancia en la gestión de los asuntos públicos se han preparado minuciosamente para ello, dedicando tiempo y esfuerzo a estudios e informes, para poder resolver las dificultades a las que toda colectividad se enfrenta. Supones que, en el caso de que la instrucción recibida no les alcance, se han rodeado de otras personas expertas en la materia, estructurando la gobernanza en compartimentos diversos, para fundamentar adecuadamente sus resoluciones. Y por imaginar, tampoco recelas de que estén anteponiendo sus legítimas aspiraciones personales al servicio de los demás.
Tu ingenuidad te da para considerar que lo que aparece en los medios de comunicación y en las redes sociales no es más que un invento, que nuestros representantes en cortes y asambleas, nuestros presidentes, consejeros, ministros, alcaldes, concejales (de los que tenemos muchos, demasiados, eso si), se dedican a nuestros intereses, mejorando la educación, la sanidad, la atención a la dependencia, la justicia, la economía o la sostenibilidad medioambiental. Y que este circo que nos entretiene no les desvía de lo que de verdad importa, el bienestar de sus representados.
Pero la contemplación de nuestra existencia en los términos platónicos te enseña que no estamos en manos de los mejores, ni por preparación ni por devoción, y que el ejercicio del poder se está convirtiendo en el objetivo mismo, en un para mi en lugar de un para todos, mientras parece que nos dirigimos inexorablemente a la pérdida de lo que tanto nos cuesta alcanzar, la concordia
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