Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
“ahí viene la plaga”, cantaban los Teen Tops en los 60. En agricultura llegan con frecuencia y ante los avisos nos para fajamos para luchar contra ellas. Son muchas y de los más variados matices y efectos. Cuando aparecen o tememos que puedan aparecer disponemos de procedimientos que van desde los más ingenuos a los más sofisticados, todos ellos con distintos grados de eficacia. Solemos recurrir a ellos porque su presencia nos agobia, porque están en peligro no solo las cosechas inmediatas sino los mismos árboles cuando son ellos los infectados. Tenemos un ejemplo muy cercano cuando la cochinilla invadió las chumberas que han ido cayendo, una a una, porque no fuimos capaces de derrotar al bicho. Y adiós a los chumbos. Era una plaga que exigía la intervención global de la administración, más allá de los esfuerzos de los particulares que se mostraron inoperantes. Las plagas son temibles. Las plagas en la agricultura y las que afectan a otros órdenes de la realidad. Orden sanitario y sociológico. A las primeras se les hace frente normalmente con bastante eficacia y con bastante comprensión por parte de la ciudadanía (a veces, no). Las plagas de índole sociológica tienen un peor tratamiento. Primero, porque son más difíciles de diagnosticar, tanto en sus causas como en su naturaleza. Y como colofón, porque se hace muy difícil, por no decir imposible, la prescripción de los remedios adecuados. Un buen ejemplo de plaga que, a vista de pájaro, es de las más graves, es la presencia de los bulos y, como no puede ser de otra manera, la de los autores y difusores de bulos. Llueven a nuestro alrededor día sí, día no, y nos envuelven. Hacen que la atmosfera se vuelva a veces irrespirable. Difícil es luchar contra esos bulos sutiles cuya procedencia se encuentra a veces en personajes políticos a los que no puedo calificar de “respetables”. Pero cuando los bulos son de bulto tan gordo como los que hemos visto estos días de la DANA, esto ya es otra cosa. Empezando por algún programa de televisión y terminando por esos individuos a los que se califica de “influences” y que gozan, no sé por qué, de credibilidad. Las barbaridades que difundieron son de tal calibre que me atrevería a calificar como de “juzgado de guardia”. Y no en sentido metafórico. Si, como pasó con las cochinillas no se lucha contra ellos desde la administración, pasará como en aquel caso: se acabará la democracia como se acabaron los chumbos.
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