Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
E STOS días estamos asistiendo a unas acciones muy contundentes de activistas climáticos que están provocando una gran reacción social, sobretodo, de "alarma social". Ya lo sabemos: "estamos perdiendo el planeta"; pero la gravedad del asunto está en que unos jovenzuelos están poniendo perdidas las fachadas de edificios emblemáticos o están destrozando obras de arte. Sí, el ser humano es así de ingrato con el prójimo: preferimos reaccionar contra el mensajero antes que cambiar el hecho para que la noticia no sea desagradable a la forma de haber adecuado la realidad a unos intereses vitales errados.
Porque eso es lo que hacemos: construimos la realidad a nuestro antojo; es capricho de una generación que no sabe practicar la solidaridad intergeneracional. "¿Acaso no sabemos controlar la técnica?", me dirá. Pues está claro que no, no sabemos controlar la técnica para nuestros intereses. Se nos dice que estamos ante el verano más caluroso de la Historia, y el debate es si han ensuciado una fachada o rajado un cuadro. ¿Acaso comprendemos la gravedad del momento? Si acabamos con las condiciones actuales del Planeta Tierra, ¿a qué aspiramos? ¿Acaso aspiramos a un mundo reducido a un parque temático donde al "grupo de supervivientes" se le explique lo que un día hubo detrás de unas "nuevas zonas de expansión" allá por donde una vez anduvo la desembocadura del río Guadalquivir?
¿Acaso es aceptable una administración que (nos había prometido el verano pasado la solución a Las Salinas de Cabo de Gata para noviembre), y una vez que la empresa explotadora de la sal ha reparado (cinco meses después) los mecanismos necesarios para que vuelvan a existir las charcas y sus habitantes naturales, lo primero que hace es felicitar a la empresa y después (sic) dar la buena noticia? Pues sí, esa es nuestra sociedad: repleta de personas, como usted que me está leyendo ahora o yo mismo que lo escribí ayer, que nos alarmamos porque otros con un dedo están removiendo el mojón… y nuestro grito es señalar al que avisa del mal, en vez de atacar y extirpar el problema de forma radical. Porque el mal no es nunca culpa de quien lo anuncia, sino de quienes lo provocamos y mantenemos. Pero sí, nos consuela seguir escandalizados por las "acciones de unos vándalos" antes que por el hecho de que perderemos, porque ya lo estamos perdiendo, un planeta que es patrimonio de todos. También suyo, de usted.
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