Pues yo lo veo así
Esteban Requena Manzano
Tergiversaciones agrevivas
Se insiste mucho en preservar grandes edificios, palacios, lonjas, catedrales… porque son testigos de nuestro pasado. Se trata de una insistencia digna de alabanza. Por ejemplo, en Almería tenemos que poner todo nuestro cuidado en mantener nuestra Alcazaba, o el palacio de Almanzora (que se está cayendo a trozos), y a promocionar nuestra catedral celebrando su 500 aniversario. Todos ellos nos hablan de nuestro pasado y ocasionalmente nos dan motivos para sentirnos orgullosos: pasen, vean y admiren (casi vociferamos como pregoneros en un mercadillo) lo que hicieron nuestros antepasados. Y todos ellos suelen aparecer en las guías turísticas con un “no te lo puedes perder” si visitas la ciudad. Nada tengo en contra de esa actividad cultural-turística porque, además, suele tener buenas repercusiones de carácter económico. Son monumentos que en sí mismos vale la pena visitar. Sin embargo, pongo un poco en duda que ellos nos hablen tanto de nuestro pasado, de cómo fuimos. Quizá puedan decir algo de cómo vivían algunos miembros privilegiados de aquellas sociedades, a los que miramos con cierto dejo de envidia, y nada más. De un tiempo a esta parte, y quizá con un rasgo de emotividad, me intereso mucho más por otros rastros del pasado. Cuando visito una ciudad y sobre todo pequeñas poblaciones, me intereso más últimamente por barrios del extrarradio con sus casas pequeñas (y no hace falta que sean muy antiguas, como las de puerta/ventana de nuestra Almería) , las que describía Carlos Cano como esas “casitas bajas, cerraítas como cajas” porque ellas sí son testigo de cómo vivían; o cuando viajo, también por nuestra provincia, no solo me llaman la atención las callejas tortuosas en cuesta de sus pueblos; también me “duelen” los cortijos solitarios, abandonados, que muestran sus entrañas a través de las ventanas desvencijadas, o los muros semiderruidos, o las colañas al aire. Ellas sí que son testigos de cómo era la vida real quizá de una gran mayoría: una vida dura, sin respiro. Como dice un vecino inglés: esas casas viejas sí que son historia y habría que mantenerlas. Pero es una lástima: no interesan a no ser para construir en su lugar y se están cayendo. Procuro aprovechar mi lugar de residencia actual para empaparme de cómo era su estilo de vida antes de que desaparezcan. No perdamos la oportunidad de ver esas casas para dar a los que las habitaron el papel importante que tuvieron, nos guste o no.
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