Antonio Lao
La Junta y las recetas contra la sequía
Postdata
Nuestro Pedro Sánchez manifiesta que quiere pasar a la historia. En mi opinión ya lo está, aunque aún ignoremos el juicio de ésta. Sabemos que dependerá del viento que sople. Recuerden, por ejemplo, que hoy hay Pérez, Rodríguez o Gómez reivindicándose como hijos inmaculados de Moctezuma. En fin, volvamos a lo que nos ocupa. Si Pedro es un personaje histórico habrá que buscarle un cognomen, un apodo que destaque su principal cualidad. El Tenaz le cuadra por jartible. Pero sólo lo es en su obsesión por conservar el poder. En lo demás, principios incluidos, es mutante como piel de serpiente. El Hermoso está ocupado. Felipe I llegó antes. Y sucedáneos como el Guapo, evocan mundos especializados o lóbregos. El Valiente se desecha por completo. Su enclaustramiento en La Moncloa o su reciente huida de la tragedia valenciana no dejan dudas. El Honesto o el Honrado tampoco le encajan. No es justo ni íntegro en el obrar. Además, la esposa, el hermano y algunos de sus ministros, anteriores y actuales, constituyen una cohorte de presuntos que le vedan por ahora esos adjetivos impolutos. El Alunado queda también descartado. A falta de diagnóstico médico no hay pruebas para asignarle tal calificativo. El Liberador –el Libertador tiene dueño– en la medida en que se presenta como adalid en el progreso de los derechos, podría ser. Pero su empeño en cercenar la libertad de expresión, controlar los medios de información y disciplinar a la judicatura le alejan de este ilustre sobrenombre.
Llegados aquí, debemos preguntarnos qué hace verdaderamente bien don Pedro. La respuesta es obvia: mentir. Pero no enredándose en mentiras menores. Es maestro en negar la realidad diciendo que no dijo lo que dijo o que no hizo lo que hizo. Es imposible encontrar un presidente que nos haya mentido tanto y con tanto talento. Añádase su habilidad para convertir el embuste en asechanza malintencionada, y esa destreza suya para hacerlo contradictoriamente a varias bandas, y quizá hayamos encontrado la palabra ideal. Es un genio, incluso, en el arte de convencer. Los que lo siguen renuncian a pensar y ponen toda su fe en un líder directo y castigador de las hordas extremistas. Al imponer su relato, Sánchez, para sus fans, deja de mentir y acaba convertido en un mártir del bulo y del fango. Decidido. El pertinaz Pedro el Insidioso nos está gobernando en estos tiempos de vaivén. Y si perdura mucho más, que Dios nos coja confesados.
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