Pedro Dicaprio

17 de diciembre 2024 - 03:08

He cometido incontables errores en mi vida y es posible que con este artículo aumente la cuenta. Tiro de metáfora: El amplio y señorial salón-comedor del Palacio de La Magdalena de Santander donde se ha celebrado la conferencia de presidentes ha sido en mi visión onírica, el señorial- salón-comedor de Titanic, la inolvidable película de James Cameron protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Pedro, el capitán del barco, solo, en la proa imaginaria; detrás, las vicepresidentas que, según algunas malas lenguas de la derecha mediática, estaban desencantadas porque suponían que el presidente más feminista de los gobiernos de “este país”, iba a colocarlas a su nivel, flanqueándolo, en un remedo de la memorable escena donde los protagonistas, locos de amor, desafían al mundo, al futuro y a la mar embravecida. Fulgor en la mirada azul de él, rubia cabellera a contraviento de ella que, sonriente, libre -mentón tajante como otra proa- parece proclamar que nacerá de ellos una nueva especie de hombres y mujeres invencibles.

Pero, claro, el James Cameron que organizó la escena de La Magdalena, no pudo contar con Rose Calvert Gómez; los jueces aliados del PP denegaron la petición. Seguramente por eso, Pedro DiCaprio, enamorado como está de su mujer, asumió heroicamente la soledad ante el peligro de enfrentarse a las once olas que vendrían con mala fe, y a otra ola que debía ser amiga y no lo fue.

En fin, una escena cinematográfica con profusión de banderas al fondo restándole protagonismo a los ministros decorativos y sumándoselo al comandante y guía de la actual singladura progresista en que navegamos los españoles. Escena “potente”, “espectacular” y “genial”, como lo fue la “foto de familia” -Pedro DiCaprio dixit. Escena y foto que, ha declarado Ángel Víctor Torres, dan categoría de hito histórico al acontecimiento que, en realidad, ha venido con tres años de retraso y se ha ido sin pena, sin gloria… y con guasa mal disimulada; con mucha guasa de la mayoría de asistentes, los cuales han disfrutado del emblemático Palacio de La Magdalena y del maravilloso espectáculo del mar cantábrico. Ese recuerdo sí los ha unidos a todos; porque la belleza es integradora y, a veces, compartible. Por lo demás, tranquilos; España no es el Titanic.

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