
A Vuelapluma
Ignacio Flores
¿Por qué 101 lobos?
El pasado 27 de marzo la Academia di Belle Arti de Palermo, en Sicilia, era sede de una conferencia dictada por el historiador almeriense Antonio Gil Albarracín, titulada “Las patentes de sanidad. Arte grabado para la salud”.
Esas patentes fueron documentos públicos y administrativos, emitidos por la Junta de Sanidad del puerto de origen, cuya función era acreditar que el buque en cuestión, procedía de un puerto salubre y limpio de cualquier brote epidémico ante las autoridades del puerto de arribada. La altísima mortalidad de algunas epidemias, hizo que estas patentas de sanidad fuesen de obligado cumplimiento a partir del primer tercio del siglo XVIII, amortiguando así, la incidencia de los brotes que periódicamente se sucedían.
Si bien en un inicio fueron simples páginas impresas, paulatinamente empezaron a introducir diferente iconografía aludiendo al puerto emisor, para acabar siendo verdaderas obras de arte, donde se plasmaban escudos heráldicos, planos y vistas de pájaro de los diferentes puertos y ciudades, representaciones simbólicas, religiosas, cristianas y también paganas.
Uno de los ejemplos comentados durante la alocución fue el de la peste bubónica, uno de los grandes azotes que ha sufrido la humanidad, y que ya aparece identificada en el Corpus Hippocraticum de los siglos V y IV antes de Cristo. Fue especialmente virulenta la iniciada en Egipto en el año 541, que se extendió a Europa y Asia Menor, donde menudeó en los siglos siguientes; pero el momento más trágico se produjo a partir de 1347, cuando causó 25.000.000 de fallecimientos. Conscientes de la difusión por contagio, a partir del siglo XV se introducen patentes de sanidad y pasaportes de salud en diversas ciudades italianas. Y desde la peste de Marsella de 1720, un acuerdo internacional permitió establecer en todos los territorios de cultura o soberanía europea, en cualquier continente, la obligatoriedad de entregar una patente de sanidad expedida por la autoridad sanitaria del puerto del que se zarpaba.
Con los documentos citados la población pudo continuar viviendo sin verse sometida a periódicas epidemias de peste bubónica, que habrían causado millones de fallecimientos, con gravísimas consecuencias demográficas para la humanidad. Frente a aquellos que, con escasa sensibilidad y conocimiento, se preguntan ¿Para qué sirve el arte? Aquí tienen la respuesta: para salvar la vida de la humanidad.
El empleo obligatorio de las patentes de sanidad, desapareció definitivamente en 1951, cuando la Organización Mundial de la Salud adoptó el reglamento sanitario internacional (International Sanitary Regulations). A partir de ese momento decayó la exigencia de exhibir patentes ante el puerto de arribada, salvo para buques de peregrinos que tocaran en zonas endémicas en cólera.
No es esta la primera aportación que Gil Albarracín hace sobre el tema. En 2022 publicó “Imago Mundi. Arte, navegación y salud”. Una cuidadísima edición no venal, de más de 600 páginas, que recopila varios centenares de patentes y pasaportes de sanidad, cuyos grabados e ilustraciones nos acercan a la historia de muchos puertos y ciudades, tanto españolas como extranjeras.
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