La Rambla
Julio Gonzálvez
Vivir la vida
Ayer temprano, día de Reyes, iba y venía por el Paseo de Almeria con un periódico bajo el brazo como un animal potente que se aferra al pasado. Iba y venía a merced de mis pensamientos, intentando recordar algunos de aquellos escaparate de taraceas teñidas de falso dorado que hace casi treinta años parecían sentir un mínimo aprecio por la estética.
De aquí a poco, el Paseo de Almería va a ser noticia porque el ayuntamiento quiere corregir los efectos de una lenta agonía de este paisaje desolado e insensato. Aún recuerdo aquel Paseo de los ochenta como un anchurón bullicioso de comercios y tiendas, puestos de flores, cafeterías y quioscos iluminados por revistas llamativas y prensa del día que daban un pellizco a la vida. Luego, la luz misericordiosa del atardecer almeriense hacía el resto: imponer a todo una templanza extraordinaria de vida a ese anchurón barullado de gente.
Leo en el periódico a pie de quiosco -el último que resiste- que el engranaje de lo que fue el Paseo de Almería y dio vida a la ciudad se va a reformar. Lo celebro porque este Paseo se cimbra y quiero imaginar qué nuevo espacio saldrá de lo que fue un chorreante trepidar de emociones y, a mi juicio, a una fidelidad cultural que abanderó la Almería del siglo pasado.
Para ser creíble ese Paseo, hoy cariado, precisará de transgresiones intrépidas de una arquitectura imaginativa capaz de levantar logros inverosímiles, imaginar y crear una escenografía audaz para que el futuro Paseo de Almería vuelva a ser, no solo espacio de encuentro sino franquicia de cultura y expresión del alma almeriense y así recuperar la historia de lo que fue: un espacio menesteroso y creíble. En ese deambular cavilaba yo por el Paseo de Almería soñando con que la nueva remodelación reúna la memoria imprescindible de un tiempo pasado y presente. Es decir, que respete un tiempo pasado fundido con un nuevo tiempo extraordinario para no convertirlo en un espacio por horror al vacío, que es a lo que suele tender la jactanciosa política municipal
Ojalá la alcaldesa haga lo difícil posible y no caiga en las arenas movedizas de los incendiarios, siempre los hubo, cuando acometa su reforma sin advertir que puede quedar hundida en ella. La empresa es combustible de riesgo y la remodelación del nuevo Paseo de Almería debería venir -como los prospectos de las medicinas- con hoja de instrucciones para no frustrar, una vez más, la memoria de los almerienses, no sea que la ejecución de las obras del Paseo de Almería se la trague en la oscuridad de los tiempos, porque la alternativa, tal como está la ciudad, da miedo pensarla.
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