Gafas de cerca
Tacho Rufino
Mi pensión la pagará otro
A Vuelapluma
Dice la “Wiki” que un arco de triunfo es un monumento construido para conmemorar una victoria militar, aunque en realidad se usó para festejar a un gobernante. Los primeros arcos de triunfo fueron levantados por los romanos y cada uno estaba dedicado a un general victorioso. La decisión la tomaba el Senado por votación y, curiosamente, se llamaban “fornices” en plural, derivado de su singular latino “fornix”. Curiosamente, en la época romana, la palabra latina “fornix” era el nombre del lugar en el que se reunían las prostitutas con sus clientes. Y otra curiosidad es que en anatomía, fórnix es toda parte del cuerpo humano que tiene forma de arco, que dio lugar a la expresión española “pasarse por el arco del triunfo”, con mis disculpas. De entre los arcos del triunfo que “hay por ahí”, tenemos el de Constantino, que lleva vivo casi 2.000 años, el de París lo mandó construir Napoleón Bonaparte para su gloria y loor, como el de Ceaucescu de Bucarest o el de Madrid, del general. Vienen esos datos históricos, así como los anatómicos y de léxico médico, en relación con la aseveración que hace unos días hizo el Líder Supremo sobre Él podía gobernar sin la Cámara legislativa. La frase no tendría mayor importancia si no fuera por el detalle de que es en las Cortes, donde reside la soberanía del pueblo español, que está muy bien radicada donde está y, que dicho sea de paso, ni hace ninguna falta pasarla por ningún arco, ni siquiera cambiar el infinitivo con complementos ni directos, ni reflexivos, ni “ná de ná”.
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