
Antonio Montero Alcaide
La sencilla contrariedad de un récord
Nos ponemos muy contentos (y no me diga que no, amigo lector) cuando nos echan menos edad de la que tenemos. Es un elogio. Es una adulación que no amarga un dulce. No deja de ser una señal de edadismo que llevamos dentro las personas y sobre todo, cuando ya tenemos una edad. (Según la RAE, el edadismo fue un término acuñado por Robert Butler en la década de los 60 para referirse a los estereotipos y prejucios existentes en relación a la edad. Podemos decir que es “discriminatorio por los años, especialmente cuando se es ya mayor o más mayor). Retener la juventud y con ello el semblante que tiene asociado es una tarea baldía. Desde luego la buena salud, que también contribuye a lucir bien, debe ser algo que busquemos, no tanto la belleza pasada. Es cierto que hay personas que envejecen peor, pero no por eso las culpabilicemos. No todo lo viejo es feo. Yendo a una sociedad longeva, tendremos que revisar nuestra forma de apreciar la belleza o lo pasaremos mal. El mito de Dorian Gray está extendido en la cultura occidental como un sinónimo de vanidad y de deseo de imperturbabilidad.
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