¿Qué eh lo que eh?
José Antonio Hernández
¿El final o el bulo?
¿cómo es posible que José Mota sea el mejor crítico político de este país? Aunque la pregunta sorprenda es en realidad un hecho constatado. Es el pueblo quien lo dice y sigue sus consignas y no una red profesional de comunicación. Y ese es el mejor barómetro. Su sentido del humor sitúa cada astro en el firmamento con transparencia y sencillez porque otros críticos contextualizados suelen profundizar posicionándose o generalizando. Mota, a pesar de ser un humorista, dice lo que otros no se atreven a decir. Este año, en su programa de fin de año, ha dejado constancia de una idea que comparto: los políticos han suplantado el papel que tradicionalmente desempeñaban los cómicos, aunque esto no hay que entenderlo literalmente sino en sentido irónico y absurdo. Y en esa perspectiva lo cierto es que la política ha tomado un giro tan surrealista y, en muchos casos, tan estrafalario que el trabajo del cómico, que tradicionalmente se nutría de situaciones extravagantes, ahora compite directamente con los propios comportamientos y decisiones de los políticos. Es como si los políticos hubieran asumido el papel de bufones del reino, algo que históricamente era uno de los roles que correspondía a los cómicos. Las intervenciones en los medios de los políticos ya son un show lleno de contradicciones y paradojas absurdas que han hecho de la política un ejercicio superficial y líquido: sensacionalista y oportunista conectado a un guión prefabricado para la audiencia. Los humoristas, por lo tanto, se ven reducidos a comentar o amplificar lo que ya está sucediendo, perdiendo su función original de desmitificar o presentar alternativas humorísticas a la realidad.
Este fenómeno no implica que los cómicos hayan perdido su espacio, pero sí ha modificado la naturaleza de su trabajo. Hoy en día, los humoristas deben ser más ingeniosos y adaptarse a un escenario donde la política es un espectáculo constante, en lugar de simplemente intervenir como observadores y críticos. Al final, Mota nos invita a reflexionar sobre cómo la política y el humor se entrelazan, mostrando cómo la sátira y el sarcasmo se nutren de la realidad, pero también alertando sobre los riesgos de que el humor sea desplazado por la política misma. Y ahora repito la pregunta otra vez ¿cómo es que Mota es el mejor crítico político de este país? Pero creo que la respuesta es otra pregunta ¿alguien se toma en serio la política?
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