Allá por 1973, hace más de medio siglo -sí, cómo pasa el tiempo para quienes lo recuerden-, un anuncio de RENFE presentaba a un padre que madruga, al sonar el despertador, para salir de viaje de trabajo, su mujer que prepara la maleta y sus tres hijos dormidos, a los que besa antes de irse. Uno de estos es el que pone voz y repite: “Papá, ven en tren”. El anuncio, con el fondo del tren circulando, hace pasar los días del calendario, desde la salida a la vuelta, con la madre y los tres hijos en el andén esperando al padre solícito y trabajador. Publicidad de la España de hace medio siglo que, en estos tiempos posmodernos, da para el análisis sociológico. Mas sin acudir al presentismo que lleva a la inoportunidad de valorar el “mensaje” de hace cinco décadas con los criterios de hogaño. Visto el estado de la cuestión en las líneas ferroviarias, sean de larga, media o corta distancia, pedir a papá que venga en tren puede no ser un reclamo publicitario, sino una posibilidad de mal fario por los contratiempos, mayores o menores, que dan para el retraso o el parón. La puntualidad y la calidad de los servicios, en los desplazamientos ferroviarios, eran una seña de identidad en la estrenada larga distancia, hace más de tres décadas. Pasado el tiempo, el incremento y la diversidad de líneas no recuperan el prestigio perdido. De modo que: “Papá, cuidado con el tren”