Palabras para Julia

16 de octubre 2024 - 03:10

Dónde estás Julia, ya no se oye tu voz. El viento dice Julia está en los fines de semana, pero no puedo oírla. Una vez la sintonicé (en el dial que ya no existe) y escuché un definitivo Radio Julia, Radio izquierdista, Radio feminista, Radio ecologista, la voz de su amo, o de su ama, la ideología que como una apisonadora aplasta todo lo que pisa, que al fin y al cabo es solo el suelo, suelo sin nada. Por fin intentando reinar sin gacetilleros populares y neutrales, sin todo eso que brillaba en la tarde. Ya no sé si brilla o no en su reinado pues abandoné el dial de su majestad. Su majestad quiere ser el califa en vez del califa, pero como el buen Iznogud (It’s no good) nunca llega a serlo. Y nunca lo será mientras reine la única, la inigualable, la neutral, la insípida, la monótona, la clásica, la genial Pepa. Pepa se fue también a probar probaturas de tonto administrador, pero volvió pronto a su reino, con sus clases de latín, su zarzuela, sus adivinanzas imposibles, su perfección con los ordinales, que se los sabe todos, hasta el un millón, milésimo diezmilésimo cienmilésimo millonésimo o último, postrero, final y principio de todas las ordalías ordinales y ordinarias. Luz impenetrable dónde están tus magias sin sentido común, que arrastran a todos los oyentes (mejor esto , Pepa, escuchantes me suena a lentejas a la jardinera). Postrero costumbrismo al que no pueden estafar las estadísticas amañadas de los sondeos (todos son siempre los primeros en audiencia, todos suben su audiencia, diríase que los oidores oyen varias emisoras a la vez, sin escuchar ninguna). En realidad nadie oye ni escucha la radio. Ya ni se ve la televisión, y qué es la televisión, a qué hora es el telediario, a qué hora no es. Claro como la Pepa no tiene anuncios y cada media hora cantan esa sintonía apañada por unos radioescuchantes voluntarios (o no, no sé) y claro, con el latín, las adivinanzas, la zarzuela y el asturiano, quién se resiste, yo no por supuesto, que todavía compro periódicos y encima los leo. Me falta solo la radio de válvulas y la mesa camilla con el café con leche. Merced a que todas las radios analógicas (y las digitales) son una piltrafa me he pasado a la radio por internet, que a veces también falla. El din dan de la radio de la abuela a las doce, esa música y ese olor a cuarto de baño antiguo y luminoso con ventana a un patio desde donde se veía el horizonte.

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